PyRLA, Clarín,1999

P. Se trata de una reedición, pero decís al final del libro que los cuentos son ahora “sutilmente otros” ¿Por qué?
R. No hay cambios drásticos pero volví a revisarlos uno por uno; me encontré corrigiendo una multitud de detalles y creo que en literatura los detalles cuentan.

P. ¿Qué te llevó a agregar los dos relatos que no estaban en la versión original?
R. Eran los dos primeros relatos de un segundo libro de cuentos que había empezado en esa misma época. El tercer cuento se alargó hasta convertirse en la que fue mi primera novela. “Retrato de un piscicultor” y “Un descenso al infinito” quedaron sueltos; como están muy cercanos a ese período me pareció bien agregarlos.

P. Vos escribiste cuentos y después publicaste dos novelas --que fueron muy bien recibidas-- ¿en qué género te sentís más cómodo?
R. Yo noto que concibo y escribo las novelas como si fueran cuentos: todo converge hacia el final. También tacho y corrijo como un cuentista; trato de mantener líneas de suspenso y evitar lo que no sea de algún modo necesario; a mí me gustaría que mis novelas, aún si alguna vez consigo escribirlas largas, pudieran leerse idealmente de una sentada.

P. ¿Cómo "decidís" si un relato va a ser cuento o novela?
R. Bueno, los psiquiatras dicen que si uno escucha voces tiene que empezar a preocuparse. Yo les hago caso porque si escucho fragmentos de diálogos sé que es una novela, y que me llevará muchísimo tiempo. También: si lo más importante en la idea es la trama se trata de un cuento y si lo más importante son los personajes será una novela.

P. En "La víctima", el protagonista contrapone la literatura a una realidad que es "lacónica como un diccionario". ¿Compartís esa sensación? ¿Es la literatura para vos "el único mundo apropiado"?
R. En ese cuento la literatura está vinculada con el mal. En literatura la maldad es necesaria, pero en el mundo real no. A su vez, en la realidad las historias aparecen en borrador, mezcladas, confusas, casi siempre sin terminar, o con finales aleatorios; la literatura permite volver atrás, separar, iluminar y oscurecer, escribir sobre lo que se perdió.

P. En el mismo relato, el protagonista dice que "el libro (de Patricia Highsmith) contaminaba". ¿Recordás algún libro que haya "contaminado" tu vida?
R. Sartre y Marx me hicieron pensar todo en la realidad de manera distinta, cada uno a su modo. También, “En busca del tiempo perdido” me hizo vivir durante cinco meses en otro mundo. Otros dos libros con los que sentí algo parecido fueron “Dr. Faustus” de Thomas Mann, y “El cuarteto de Alejandría”, de Durrell.

P. ¿Qué le aportaron las matemáticas a tu escritura?
R. La vinculación del teorema de Gödel con el mito fáustico, en Acerca de Roderer; algunos temas de cuentos, y en la escritura, quizá la idea platonista de que hay una forma ideal inscripta en la historia y que escribir es una manera de descubrirla. También, supongo, una preocupación por la concisión, la precisión, o como quiera llamarse.

P. Varios otros temas recorren el libro: la atracción profunda entre los cuerpos, el pasado horroroso de la Argentina, la desdicha de la gran ciudad, la desdicha del pequeño pueblo, el amor por la literatura, la tensión entre literatura y vida. ¿Hay otros hilos menos visibles que recorren estos cuentos?
R. Yo creía que eran realmente muy distintos entre sí, pero Piglia me dijo una vez que hay en todos una confrontación entre alguna forma de racionalidad y alguna forma caótica de la realidad.

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