Encuesta Ñ de literatura argentina

Publicada en Clarín, Revista Ñ, 2009.

1. ¿Cuáles son, para Ud., los libros de autores argentinos más significativos de la década? (Mencione cinco títulos en orden de prioridad.)
1. Cuentos completos, Abelardo Castillo
2. Obra completa, Antonio Di Benedetto
3. La sexta lámpara, Pablo De Santis
4. Amores sicilianos, Vlady Kociancich
5. El último lector, Ricardo Piglia


2. ¿Qué autores, argentinos y extranjeros, tienen gravitación en su obra?
Borges, Cortázar, Castillo, Gombrowicz, y en los inicios mi padre, Julio Martínez.
Extranjeros: Henry James, Thomas Mann, Lawrence Durrell, Philip Roth,  Patricia Highsmith.

3. Para usted, ¿qué es hoy lo actual y lo caduco en la literatura argentina?
Lo caduco (aunque perdure) son algunas ideas que conforman el  cliché dominante de la crítica literaria desde hace no menos de treinta años:
1. La idea (falsa) del “rendimiento decreciente”, según la cual sería cada vez más difícil, o aún imposible, dar pasos adelante en el arte de la novela después de Proust, o de la novela balzaciana. Como consecuencia de esto, ya no valdría la pena intentar grandes obras y sólo quedaría el regreso “liberador” a la literatura  amateur, o repetir, cien años después, los procedimientos de las viejas vanguardias, o bien, limitarse a la literatura “de circunstancias”.
2. La curiosa inversión de esta deserción en superioridad intelectual: el abandono de lo que resulta “demasiado difícil” se convierte, por arte de magia leibniziana, en el mejor mundo posible, desde donde se desprecian como “conservadores” todos los demás intentos de seguir adelante. Talento, estilo, ambición, trabajo, serían “miserias psicológicas”. Escribir “mal” es lo que está bien, y escribir “bien” es lo que está mal. 
3. La idea de que el comentario puede suplir al texto: como la novela “no convencional” se rige por la convención estricta de prescindir de trama, de personajes, y a veces de sentido, corre el peligro de pasar por pueril. Esforzados comentaristas deben convencernos, por fuera del texto, que asistimos a una etapa superior, más sofisticada.
4. El “plus” ideológico: si en los setenta los escritores recibían un plus de reconocimiento por elegir temas sociales, ahora la benevolencia automática se reparte entre la novela de la dictadura, la novela gay, y las novelas que acatan el repertorio postmoderno:  mezcla de la cultura alta y baja, fragmentación, parodia, morosidad, son puntos siempre a favor.
5. La idea (por lo menos extraña) de que toda novela sin trama es un experimento arriesgadísimo del lenguaje. La idea (falsa) de que si una novela se preocupa por la trama no se preocupará por el lenguaje.
6. La idea (falsa) de que todo experimento debe ser un experimento formal.
7. La idea de que todo experimento está condenado al éxito. “Experimental” está investido de una connotación siempre admirativa: no hay experimentos triviales, o absurdos, o refritos de otros hechos hace cien años. Contra la advertencia cautelosa de Tu Sam, en nuestra literatura ningún experimento puede fallar.
   Lo actual  (lo que permanece actual y atraviesa las épocas) es, como siempre, el talento literario, la voz personal, la originalidad de un mundo y una mirada propia. La ambición de escribir contra todo lo escrito, aunque sea “difícil”. En vez del abandono, la voluntad de intentar obras que puedan medirse en profundidad y complejidad con las que más admiramos en la literatura. Y no es, por supuesto, una cuestión de edades: en todas las generaciones conviven en tensión estas dos actitudes.

4. ¿Cómo percibe las relaciones entre literatura y mercado?
Ya escribí sobre esto largamente en Un ejercicio de esgrima, que puede leerse online. Uso este espacio para las demás.

5. ¿Cuáles considera que son las principales instancias de legitimación literaria: la publicación en determinada editorial, el aval de escritores de prestigio, la universidad, la crítica periodística o académica, los suplementos literarios, los blogs, los premios, la presencia en mesas redondas y eventos culturales, la aceptación de los lectores?
Algunos premios, algunos escritores, alguna crítica, algunos lectores. Pero cada vez descreo más de todo esto y prefiero cierta sensación íntima de acuerdo o verdad a solas con uno mismo al terminar un texto.

Volver a Artículos