Publicado en la revista 7 días, Tiempo argentino, junio 2011.
A diferencia de lo que sostienen otros escritores, nunca sentí que Borges fuera una influencia fatídica, algo que debiéramos sacudirnos de encima, (el viejo del mar que estrangula con sus piernas a la literatura argentina, el escritor que hay que matar) porque leí su obra en intervalos separados y entre muchos otros autores, que fueron y son el antídoto. Sí lo consideré siempre un gran maestro de lecturas. Y un ejemplo de valor intelectual, y de la mejor clase de orgullo, para despreciar a los popes literarios de su época y resistir con su propia literatura, su propio programa, todos los ataques que recibió en su vida, incluido el silencio, o la directa desaprobación -¡hasta la edad de sesenta y pico años, con casi toda su obra escrita!- de los Américo Castro de nuestra academia que sólo se resignaron a que existía cuando le dieron en el extranjero el premio Formentor.
Es indudable que Borges es una de las cumbres más altas, no sólo en Argentina, sino de la literatura del siglo XX, pero representa uno entre los modos de pensar y concebir la literatura, que de ningún modo es el único. Hay otras literaturas, otros autores, que no se tocan con la estética borgeana y que también son imprescindibles. Y temas enteros que quedan afuera. Basta pensar en la dimensión del sexo, (que Borges apenas rozó, y siempre con horror, en “Emma Zunz”, en “La secta del Ave Fenix” y en “El Aleph”). Libros como Lolita, de Nabokov, La muerte en Venecia, de Thomas Mann, La seducción, de Gombrowicz, o El juguete rabioso, de Roberto Arlt, están en las antípodas de lo borgeano, pero son igualmente imprescindibles. Queda también afuera toda la literatura de indagación psicológica, que Borges despreciaba bastante. Y la literatura tocada por lo político. Me parecen tan dignos de compasión los que se privan voluntariamente de leerlo porque su literatura les resulta “fría” o “demasiado racional” como los que aseguran en éxtasis que no pueden leer otra cosa que no sea Borges, como si hubieran probado el manjar supremo y sus paladares delicados ya no encontraran otro alimento posible.
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