La voz del interior, 2007

Publicada en La voz del interior, diciembre 2007, con el título "Me gusta que mis personajes sean más inteligentes que el autor"

P. Crímenes imperceptibles estaba estructurada alrededor de una serie de asesinatos, y en La muerte lenta de Luciana B. volvés a explotar el mecanismo. ¿Te sentís cómodo instalado en el terreno del policial?
R. En Crímenes imperceptibles la intriga principal eran las conjeturas sobre las posibles continuaciones de la serie. Pero en La muerte lenta de Luciana B. las muertes ya llevan un significado, una intención, que tiene que ver con una venganza. Los mecanismos son muy diferentes. Lo que sí tienen en común los dos libros es el contraste de posibles hipótesis a partir de una sucesión de hechos. Y cómo aquello que en principio es sólo una posibilidad, una figura mental, puede acabar por dar forma a la realidad. La muerte lenta de Luciana B. me parece a mí en todo caso un policial “abstracto”, en el sentido de que traté de quitar de en medio todas las incomodidades que derivan de una investigación policial: inspectores, evidencias materiales, exámenes forenses… Lo que me interesa en todo caso del género policial es que el lector sabe desde el principio que tiene que leer “más allá” de lo que dice el texto, para formarse su propia versión. Por eso digo que esta novela se parece para mí más bien a un relato de ambigüedad como los de Henry James, sólo que en vez de matrimonios hay crímenes. No me siento para nada “instalado” en el género, mis próximas novelas tendrán registros muy diferentes.

P. Además de reiterar la estructura de la serie, La muerte lenta de Luciana B. recupera elementos centrales de tus dos primeras novelas: como en Acerca de Roderer, aparece un oscuro genio que coquetea con lo sobrenatural; como en La mujer del maestro, dos escritores mantienen un enfrentamiento ambiguo e intenso. ¿Pensaste en la novela como una summa de tu literatura?
R. Esta novela iba a ser en principio un cuento de unas cuarenta páginas, pero se fue expandiendo a medida que la escribía. Los temas y subtemas aparecieron de una manera para mí bastante natural, y sólo cuando terminé me di cuenta de que verdaderamente era algo así como una síntesis de los mundos de mis tres novelas anteriores. A la vez, desde lo formal, es muy distinta, y fue para mí una experiencia difícil y novedosa: el peso de la narrativa está en los diálogos y la estructura es casi la de una obra de teatro.

P. En por lo menos dos de tus novelas, junto a otros elementos comunes (las conjeturas, las matemáticas) se repite la figura del freak que está al borde de una verdad inhumana. Esa figura ¿es simplemente un truco narrativo, una metáfora o el resultado de un interés “esotérico”?
R. Me gusta que los personajes de mis novelas estén vinculados de un modo u otro a la búsqueda del conocimiento y pertenezcan a la esfera de lo intelectual. Sobre todo, que sean más inteligentes que el autor. Como lector, me fastidian los personajes retratados desde el paternalismo, que son inferiores intelectualmente al autor. No creo por otra parte que esto los convierta en freaks, sino, simplemente, que no es habitual en nuestra época el apasionamiento y la intensidad de ideas: mucho más común es el escepticismo automático, que puede hacerse pasar fácilmente por inteligencia.

P. Si uno tuviera que definir un sentimiento dominante en tu catálogo de narradores, ese sentimiento sería la envidia: todos miran con los dientes apretados al genio oscuro con el que les toca enfrentarse. ¿Es otro truco narrativo o hay otra razón para ese matiz de tus personajes?
R. En Acerca de Roderer la relación es de admiración-recelo y también en La mujer del maestro la relación es sobre todo admirativa. La envidia es un matiz deliberado para dar una tensión dramática y no recaer en la admiración ingenua y rendida tal como ocurre con el narrador de Doctor Faustus. En Crímenes imperceptibles no creo que aparezca ningún elemento de envidia y tampoco creo que sea la envidia lo que domina la relación entre el narrador y Kloster de La muerte de Luciana B. En esta novela hay más bien una contraposición de estéticas y fuerzas en igualdad de condiciones.

P. Los nombres de tus personajes sugieren atmósferas fantásticas y artificiales: Roderer, Seldom, Kloster. ¿De donde salen?
R. Elijo los nombres sobre todo por cuestiones de sonido y contundencia. Quiero que tengan algún elemento de extrañeza, pero sin que parezcan totalmente impostados.


En el campo argentino

P. En La muerte lenta de Luciana B., el personaje femenino alude en un momento a “la discusión del café con leche”. El lector que ha seguido las recientes polémicas del campo literario argentino recordará la que involucró, entre otros, a Damián Tabarovski y Guillermo Martínez, disparada por la publicación de un libro de ensayos del primero: Literatura de izquierda. El volumen de ensayos de Tabarovski se abría evocando la reticencia de Alejandra Pizarnik a escribir novelas: precisamente, Pizarnik no quería que los personajes se ofrecieran tazas de café con leche.
La referencia a “la discusión del café con leche”: ¿es un guiño recordando la polémica? ¿Qué saldo (estético, personal) te queda de ese intercambio de asperezas?
R. Una de las cosas que yo decía en esa discusión es que cualquier escritor con suficiente imaginación puede concebir 99 novelas distintas, como en los Ejercicios de estilo, de Queneau en que la frase del café con leche cobre nueva vida y esplendor. Por ejemplo, una en la que la taza estuviera envenenada y en la respuesta trivial sí o no se jugara una vida. Cuando escribí esta frase ya empecé a imaginar una novela así y me pareció divertido incluir una muerte con una taza de café con leche en ésta. Por lo demás, en La muerte lenta de Luciana B. el narrador está en las antípodas de mis ideas sobre literatura, y repite algunos de los clichés del repertorio “vanguardista” que ya cumple cien años.
Lo que me pareció más interesante de esa discusión fue la posibilidad de enfrentar lo que se erigió durante muchos años en Argentina como el discurso crítico único, construido en base a mitologías, clichés, enfrentamientos patéticos del tipo Aira contra Borges y frases a primera vista ingeniosas y a segunda vista irrisorias, como “Primero publicar y después escribir” o “Para un escritor, mejor prometer que realizar” . Tengo la sensación de que últimamente empieza a correr otro aire.

P. En función de la discusión, y apoyándote en el éxito ¿no te sentiste tentado de escribir un libro “fuera de control”? ¿Un libro en la vereda opuesta de tu literatura?
R. Creo que todos mis libros son muy diferentes entre sí, a pesar de que haya intersecciones en cuanto a los temas. Y no sé todavía cuál es “mi” literatura, tengo varios otros registros todavía por ensayar. Por otra parte no creo que haya ninguna literatura totalmente “fuera de control”. Supongo que en la vereda opuesta están las novelas sin tramas, sin personajes, sin ideas, orgullosas de su banalidad y de estar “mal escritas”. Pero esta clase de novelas me parecen a mí demasiado fáciles, y ya muchos seguidores de Aira se están ocupando de hacerlas.

P. ¿No te da miedo la categoría de Best seller culto?
R. El solo hecho de ser matemático me valió etiquetas automáticas durante gran parte de mi vida. De manera que estoy acostumbrado, o resignado, a los prejuicios y malentendidos. Escribo desde la infancia y publico, con menor o mayor repercusión, desde hace casi veinte años: los lectores que me siguen desde mis primeros libros no creo que se confundan. Igualmente, yo no pierdo las esperanzas de que los lectores (e incluso los críticos) puedan eludir la máquina de etiquetar y volver a la vieja y noble práctica de abrir los libros y leerlos, sin fijarse en sus cifras de ventas. Me parece tan estúpido pensar que si un libro vende mucho “algo debe tener” como el prejuicio opuesto de que si vende “por algo será”.


El éxito

P. Más allá de las mieles del éxito, hay una leyenda sobre la imposibilidad de sobrevivirlo como escritor. ¿Cómo estás llevando la dulce situación de ser un best seller internacional, o ver una historia tuya actuada por Elijah Word y John Hurt? ¿Qué cosas han cambiado en tu vida, en tu escritura, en tus relaciones literarias?
R. No conocía esa supuesta leyenda, y se me ocurren varios ejemplos que la refutan. El cambio más notable es que pude dejar de dar clases para dedicarme únicamente a escribir. Dada la lentitud con que avanzo, esto era para mí muy importante. Y la película, por supuesto, fue algo extraordinario, ya la vi en España, creo que quedó realmente bien. Por lo demás, mi lista de libros en espera es la misma que tenía antes.

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