LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE DI GIOVANNI
La lección del maestro
Norman Thomas di Giovanni
Sudamericana, 187 páginas, 2002.
Publicada en La Nación con el título Memorias de un traductor, 2002.
Norman Thomas di Giovanni
Sudamericana, 187 páginas, 2002.
Publicada en La Nación con el título Memorias de un traductor, 2002.
En la primera página de este libro, Norman Thomas di Giovanni, contratado por el New Yorker a fines de los 60 para traducir al inglés a Borges, describe una imagen evidentemente imborrable en su vida que anuncia el tono particular de toda la serie de recuerdos de La lección del maestro. La imagen es una foto, aparecida en una revista de actualidad semanal, en la que se lo muestra ya en Buenos Aires llevando a Borges del brazo para cruzar una calle.
“Es evidente que la amplia foto me muestra a mí con él del brazo y no al revés: no es una foto de Borges llevado por un joven anónimo”. La importancia de llamarse Di Giovanni, y de su llegada providencial a nuestro país, la explica él mismo a continuación cuando recuerda que imperaba la dictadura militar del general Onganía y en un resumen de tono ciertamente personal agrega: “pronto el rebaño fiel se puso a balar pidiendo el regreso de Perón. Cuando el horizonte estaba pasando rápidamente de plomizo a negro, entra el joven norteamericano del traje de tweed que tiene algo en común con la mitad de la población de Buenos Aires: un reconfortante apellido italiano.” Poco después evoca su segunda noche en la Argentina, cuando Borges lo lleva a cenar a la casa de Bioy Casares, y le presenta a sus amigos de la literatura más cercanos. Esa cena de bienvenida, asegura di Giovanni, fue verdaderamente auspiciosa, pero no sólo para él: “después de lo que había comenzado unos meses antes, la noche se convertiría en una de las más importantes de la vida de Borges.”
“Es evidente que la amplia foto me muestra a mí con él del brazo y no al revés: no es una foto de Borges llevado por un joven anónimo”. La importancia de llamarse Di Giovanni, y de su llegada providencial a nuestro país, la explica él mismo a continuación cuando recuerda que imperaba la dictadura militar del general Onganía y en un resumen de tono ciertamente personal agrega: “pronto el rebaño fiel se puso a balar pidiendo el regreso de Perón. Cuando el horizonte estaba pasando rápidamente de plomizo a negro, entra el joven norteamericano del traje de tweed que tiene algo en común con la mitad de la población de Buenos Aires: un reconfortante apellido italiano.” Poco después evoca su segunda noche en la Argentina, cuando Borges lo lleva a cenar a la casa de Bioy Casares, y le presenta a sus amigos de la literatura más cercanos. Esa cena de bienvenida, asegura di Giovanni, fue verdaderamente auspiciosa, pero no sólo para él: “después de lo que había comenzado unos meses antes, la noche se convertiría en una de las más importantes de la vida de Borges.”
Di Giovanni no quiere dejar dudas de que fue mucho más que el traductor de Borges en esa época y relata, con una desenvoltura algo escalofriante, su tarea de zapa para llevarlo del brazo también en lo literario. Le aburrían los sonetos que componía Borges en ese tiempo y se enorgullece de que a partir de una velada crítica suya Borges escribiera una serie distinta de poemas, que juzga “nuevos y frescos”. Pero la verdadera intención de di Giovanni es lograr que Borges escriba un nuevo libro de cuentos. La explicación es simple: casi todos los cuentos de Borges ya habían sido traducidos al inglés en ese entonces y las casas editoriales se negaban a ceder los derechos para que él pudiera intentar sus propias versiones. Cuando se entera de que Borges, después de muchos años, está dictando por fin un cuento (“El encuentro”), lo convence para que lo traduzcan y vendan de inmediato a la revista The New Yorker. Entusiasmado por la publicación, Borges escribe una serie de nuevos cuentos que conformarían “El informe de Brodie”. Al llegar al octavo relato Borges decide que ya configuran un libro, pero aquí debe enfrentar lo que parece una segunda obsesión de di Giovanni contra los libros breves. Discuten y Borges decide de todas maneras llevar el libro a su editor. Mientras está en camino, di Giovanni levanta el teléfono y convence a los editores para que le digan que no. “Debe escribir por lo menos otros tres relatos. Los tiene en la cabeza pero no quiere trabajar.”
Di Giovanni intenta establecer curiosas clasificaciones sobre la obra de Borges escrita antes y después de que él lo conociera. Estas últimas serían “menos barrocas y más responsables”. Sobre El libro de arena dice que, como prosa, fue lo mejor que escribió Borges: “es más inmediato, sobrio y directo que nunca”. Sobre lo anterior, que es casi todo, tiene en cambio muchas diferencias.
En otra parte del libro en que se ocupa de los problemas de la traducción, transcribe diferentes versiones, debidas a otros traductores, de un mismo fragmento, para que el lector pueda comparar. La última, que siempre es la suya, es la que invariablemente obtiene sus propias felicitaciones. Entre los ejemplos en que se propone como modelo explica cómo después de varios ensayos logró convertir la frase original de Borges “los desabridos despertares caseros” en “the unpleasant bussiness of getting up in the morning”.
Su obsesión sobre la cantidad de páginas lo alcanza finalmente también a él y menciona en el prólogo que temía sobre todo poseer el récord de ser el autor del libro más delgado en circulación. Quizá para evitar esto, repite hacia el final varias de las observaciones que podría haber ahorrado también al principio. Borges dijo una vez que nadie se resignaba a escribir la biografía literaria de un escritor y que todos preferían escribir la biografía genealógica, la biografía económica o la biografía psiquiátrica. Norman di Giovanni inaugura otra posibilidad y escribe la biografía de Borges como un escritor que tuvo la suerte de conocer a Norman di Giovanni.
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