P. Qué le parece el título en inglés, “The Book of Murder”? Preferiría algo más parecido al original?
R. Debo decir que esta vez yo no estaba absolutamente feliz con mi propio título original: La muerte lenta de Luciana B.. Fue mi título provisorio de trabajo pero tuve muchas dudas antes de decidirme a dejarlo así para la publicación. De manera que estuve dispuesto a aceptar otras sugerencias, cuando el editor prefirió cambiarlo. The Book of Murder me parece bien para el idioma inglés, aunque no lo hubiera elegido en español.
P. El libro está narrado por un escritor y en buena medida trata sobre otro escritor, Kloster, y explora la vanidad y envidias del mundillo. Es tentador imaginar que se trata de una novela referencial sobre usted mismo y/o otros colegas. ¿De dónde salieron esos personajes?
R. No hay referencias a personas reales, pero sí a discusiones y argumentos que se esgrimen dentro de la escena literaria argentina. El narrador en primera persona es casi opuesto en su concepción sobre la literatura y en sus nostalgias vanguardistas a todo lo que yo pienso, me pareció divertido tomar esta distancia teórica. Pero tampoco me siento cercano al otro modelo de escritor que representa Kloster. Los lectores argentinos pueden reconocer los rastros de una polémica literaria que yo sostuve hace un tiempo sobre los nuevos clichés de la crítica literaria. Sobre esta polémica hay un artículo (Un ejercicio de esgrima), que puede leerse en mi página web. Se la llamó también la discusión “del café con leche”, y por eso decidí que en uno de mis crímenes fuera fundamental una taza de café posiblemente envenenado.
P. La psicología juega un papel esencial en la novela. Parte del misterio sobre Luciana B. es si existe un agresor o ella sufre de delirios. ¿Cómo se le ocurrió esta historia de miedos reales o imaginarios?
R. Me parecía que toda la gracia y la tensión narrativa de la novela dependían del equilibrio sutil, que debían sostener hasta último momento, las dos versiones contrapuestas y aún así verosímiles de cada uno de los personajes. Se me ocurrió antes que nada la idea del castigo y la cuestión de cómo castigaría una persona que se sintiera Dios y tuviera el poder suficiente para matar “lentamente” a través de los años, sin ser descubierto. La sucesión de muertes es en sí misma enloquecedora, eso me dio el perfil psicológico de Luciana, que espera aterrada el próximo golpe. En cuanto a Kloster, traté de imaginar sobre todo la clase de experiencia que debía sufrir para que fuera plausible su ensañamiento en una venganza del tipo bíblico de “siete por uno”. Me interesaba mucho también la cuestión del dictado, que creo que no ha sido demasiado retratada desde el punto de vista ficcional hasta ahora. La relación que se establece a través del dictado, la potencialidad erótica y el tema romántico de la inspiración.
P. Usted ya ha tenido éxito internacional dentro del género negro. En Estados Unidos en general cuesta entender que hay novela policiaca en América Latina. ¿Ha experimentado esta incomprensión? ¿La ve justificada?
R. No estoy muy seguro de cuál es el público habitual en los EEUU de los novelistas latinoamericanos. Cada libro, y a veces cada nacionalidad, se lee de maneras diferentes en diferentes países. Pero esta última novela aparece dentro de un sello literario, como Viking Penguin, porque no es exactamente una novela de género. Como se dice en uno de los diálogos, a mi me gustaría que se leyera como una novela de Henry James, sólo que en vez de matrimonios hay crímenes.
P. Argentina tiene una larga tradición de escritores de novela negra. ¿Cuáles son sus referentes personales? ¿Y fuera de Argentina o América Latina?
R. No frecuento mucho el género policial, aunque sí he leído durante mi adolescencia las novelas clásicas del policial de enigma de Conan Doyle y Agatha Christie. También varios libros de la colección El séptimo círculo, que tuvo una primera selección de Borges y Bioy Casares, con títulos como La bestia debe morir, de Nicholas Blake, o Extraña confesión de Chéjov, o Laura de Vera Caspary, o Cuenta pendiente de Forrester. Esa colección fue fundamental en abrir y habilitar un espacio literario y prestigioso para el género policial en Argentina. Autores posteriores como Rodolfo Walsh, Ricardo Piglia, o el mismo Saer en La pesquisa frecuentaron también el género. Durante una época también leí a Patricia Highsmith, pero realmente no estoy muy atento a la novela policial como género.
P. “El enigma de París”, de Pablo de Santis, también se publica en EE.UU. en inglés por estas fechas. ¿Siente alguna afinidad con su trabajo? ¿Tiene alguna explicación del éxito de ventas de ambos libros?
R. Pablo De Santis es quizá mi mejor amigo dentro de la literatura. Me siento muy cercano a su manera de concebir la literatura, como un territorio sobre todo de imaginación, relativamente separado de la realidad “documentada”. Seguí desde el principio la serie fascinante de sus novelas, que tienen también un pie en el género pero por sus implicaciones y sus temas van siempre mucho más allá.
Sobre la cuestión de las ventas, yo fui en Argentina el primer sorprendido cuando mi novela Crímenes imperceptibles (The Oxford Murders) llegó a la lista de más vendidos. Y mucho más cuando fue también uno de los libros más vendidos en Inglaterra, la cuna del policial. Por sus alusiones matemáticas y las discusiones de epistemología yo pensé que sólo interesaría dentro del mundo de las ciencias exactas. Pero quizá logré recuperar algo de la matriz de la novela de intriga que tanto me entusiasmaba en la adolescencia. Creo que también en las novelas de Pablo De Santis siempre hay alguna clase de enigma que interesa desde el principio al lector.
P. Usted es matemático. ¿Cómo ha influido este oficio en sus novelas?
R. Seguramente de muchas maneras de las que no soy conciente. Pero fui y me considero antes un escritor que un matemático: mi primer libro de cuentos lo terminé antes de los 19 años, cuando todavía no me había inclinado por la matemática. Después escribí en paralelo mis primeros libros sin percibir nunca una “contaminación” más allá de algunos personajes que conocí en mi paso por la universidad. En realidad la única novela mía en donde la matemática es parte importante de la atmósfera es Crímenes imperceptibles. En Acerca de Roderer hay una búsqueda fáustica del conocimiento más bien inclinada a la filosofía. En La mujer del maestro el tema principal es un triángulo amoroso entre escritores y, deliberadamente, no hay una palabra de ciencia o matemática. Y en La muerte lenta de Luciana B. (The Book of Murder), sólo hay en realidad una idea acerca del azar que tiene una base matemática, pero que se expresa también de una forma entre estética y filosófica: el azar no como dispersión absoluta de posibilidades, sino como figuras provisorias, fugaces, que no tienen la consistencia suficiente para establecerse. El azar, como el fuego, que también aparece en la novela, es en realidad la summa de todas las figuras posibles.
Quizá la marca más clara que me dejó la práctica de la matemática tiene que ver con la paciencia de la corrección, y cierta creencia platónica en que hay una forma ideal para cada novela, a la que uno se aproxima en sucesivos borradores.
P. “La muerte lenta…” refiere un incidente famoso en Buenos Aires, el del “pirómano chino” que incendiaba mueblerías. Yo conocí a este personaje por otra novela argentina salida el mismo año, “Un chino en bicicleta”, de Ariel Magnus. ¿Puede contarme cómo incluye esta u otras historias cotidianas en su material literario?
R. Fue la primera vez que me decidí a incluir tantos elementos de la realidad “periodística” en una historia. Los incendios de mueblerías me habían parecido en sí mismos una novela que se desarrollaba en la realidad sin que casi nadie lo advirtiera, o le prestara suficiente atención. El culpable final: un chino incendiario en bicicleta, parecía una resolución de César Aira. Yo pensé en una versión diferente, la clase de novela que inspiraría a un escritor con ínfulas vanguardistas. Y a la vez, aproveché estos incendios que eran lo suficientemente verosímiles, porque de hecho habían ocurrido en la realidad, para enmascarar uno de los supuestos crímenes de mi personaje Kloster. De manera que hubo una doble utilización ficcional y “desplazada” de un hecho real.
P. ¿En qué ha estado trabajando últimamente?
R. Un libro de cuentos sobre sexo y muerte. Se llamará Los reinos de la posición horizontal. El último de los cuentos, un relato largo que todavía estoy escribiendo, transcurre en una pequeña universidad del Sur de los EEUU, en la época del ataque a las Torres Gemelas.
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