Radar, 2008

Publicada en Radar, 2008.

P. En el capítulo 12 de tu novela, Seldom dice que lo que lo llevó a dedicarse a la matemática es "que fuera inofensiva. Que fuera un mundo que no se toca con la realidad". ¿Qué te llevó a vos a dedicarte a la matemática y cuál es tu postura personal respecto de la definición de Seldom?
R. Lo que digo esencialmente en Acerca de Roderer: a diferencia de otros conocimientos, que son relativamente horizontales y de "erudición" hay en la matemática un ahondamiento permanente en profundidad, diferentes niveles de abstracción. Creo que la matemática es como un refinamiento de la filosofía, donde los conceptos se separan, no ya con el lenguaje natural, sino con los filos más sutiles de las fórmulas. En la definición de Seldom incluyo el otro elemento para mí interesante, la posibilidad de erigir conjeturas prodigiosas y complejísimas que quedan suspendidas en el aire por puro ilusionismo lógico... Y que pueden borrarse sin dejar huellas una vez que finaliza el razonamiento.

P. ¿Cómo fue que se te ocurrió que una novela de misterio con matemática podía funcionar? ¿Tuviste algún referente (en literatura, en cine, donde sea) disponible?
R. Nunca pienso mis libros en términos de que puedan "funcionar" o no. Yo fui el primer sorprendido por el éxito que tuvo esta novela en particular. Apareció antes del boom Paenza y creo que nadie hubiera podido preveer que una novela con diálogos extensos sobre lógica y matemática pudiera tener un público amplio. Durante más de veinte años publiqué mis libros sin preocuparme demasiado por la repercusión que obtuvieran. Y soy absolutamente "gánico" al momento de elegir mis temas. Cuando muchos en mi generación escribian la Juvenilia de los años 90, o peroraban sobre el fin de las novelas de ideas, yo escribí una novela fáustica totalmente atemporal.. En este caso quise escribir una novela que pudiera leerse a la vez como un policial casi clásico y como una novela epistemológica, la parte de matemática que incluyo, sobre las series lógicas, o el experimento de la habitación china, tiene en realidad, para el que conozca algo del pensamiento de Wittgenstein, profundas implicaciones en las maneras en que se regula una sociedad, en lo que se puede y no se puede trasmitir a través del lenguaje. Quise también recuperar algo del Oxford que había visto en una época demasiado ocupada por la matemática. Y divertirme y jugar otra vez al tenis.

P. Aunque su tradición es evidentemente la del policial detectivesco inglés, hay algo que parece emparentar, aunque sea lejanamente, a Crímenes imperceptibles con libros muy disímiles que van de El nombre de la Rosa a El código Da Vinci. Se habla de sectas antiguas, de claves secretas que se alojan en libros que están disponibles para todos. ¿A qué te parece que se debe el interés actual en esa zona de la ficción?
R. A mí me interesaba pensar en una variante con alguna originalidad sobre la cuestión de los procedimientos de los distintos detectives en la literatura, como continuar la serie Dupin, Holmes, Poirot... Por eso digo que es más bien una novela epistemológica. Seldom piensa con ciertos modelos más elásticos que la lógica habitual y repara en la cuestión de la atracción estética de las distintas teorías, y en cómo esa atracción se impone por sobre el grado de verdad que pueda tener cada una. Toda la novela es en el fondo la utilización hasta las últimas consecuencias de esta idea. No me molesta la comparación con El nombre de la rosa, que me parece una gran novela. La distancia literaria entre El nombre de la rosa y El código Da Vinci prueba una vez más, si fuera necesario, que lo que importa no es el tema, sino lo que hace cada autor con él. Como ha dicho Pablo de Santis recientemente, también Borges se ocupó muchas veces en sus ficciones de sectas ficticias o reales. En cuanto a qué se debe el interés por estas cuestiones, quizá sea que las sectas, como el country, o como el mundo monacal de Oxford, dan la sensación de mundos bien definidos, a la vez integrados, próximos, y sin embargo extraños, donde todo lo que es conocido tiene o puede adquirir otra rareza... De esto trata finalmente en general la literatura: la extrañeza radical que puede haber en el mundo habitual.

P. La película descarta parcialmente el núcleo matemático del misterio de la novela, reemplazándolo por disquisiciones sobre la categoría de verdad. ¿Hay algún cambio que --por más que lo consideres razonable-- hayas lamentado particularmente? ¿Cuál y por qué?
R. La sustitución del tenis por el squash! Y también, la ilusión de los panes y los peces que imaginé para René Lavand...

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