DE HOMBRES Y BESTIAS
Cumbia
Jorge Accame
Editorial Sudamericana, 171 páginas, 2003.
Publicada en La Nación, 2003.
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Cumbia
Editorial Sudamericana, 171 páginas, 2003.
Publicada en La Nación, 2003.
Jorge Accame, conocido sobre todo por la
extraordinaria repercusión en el país y en el extranjero de su pieza teatral
Venecia (premio Florencio Sánchez), ha escrito también varios libros de poemas,
un cuarteto de novelas breves sobre fragmentos de la vida de cuatro poetas
ficticios y ocho libros de cuentos. Cumbia, el noveno, puede leerse como una
antología de su obra anterior y es una excelente oportunidad para acercarse al
nudo esencial de mundos que conviven en un escritor notable e intensamente personal.
Accame, nacido en 1956, graduado como profesor de Letras en Buenos Aires, especialista en griego, desistió en un momento, como uno de sus personajes, de la vida ciudadana y desde 1982 está radicado en Jujuy. Fue explorador de las selvas del norte, director de grupos de teatro universitario y agregado curioso de cacerías; su mujer, la investigadora Elena Bossi, recopiló minuciosamente los monstruos mitológicos de las leyendas regionales. Algunos de estos monstruos, el ankuto pila, el familiar, se deslizan en los relatos de Cumbia. En “La posesión” y “Salamanca”, con despreocupada naturalidad, directamente aparece el diablo. El mal, el mal bestial y básico que arrasa de pronto la cáscara a duras penas civilizada de la vida, es el tema subterráneo en casi todos los cuentos y alcanza atmósferas de pesadilla en “Mirisini”, “Diario de un explorador” y “Mamá está haciendo tortas fritas”. Y si la tentación más obvia, por intersección de temas y de vidas, es establecer un paralelo con Horacio Quiroga, hay un elemento poético en la mirada de Accame que es a la vez su marca personal y su forma de compasión por las frágiles criaturas humanas. “Al fin, acabé en la habitación de mi hijo. Me quedé contemplándolo en medio de la penumbra. Así sobre la cama, destapado y casi desnudo, parecía un gusano de tierra, pálido, concentrado, blando.”
Accame, nacido en 1956, graduado como profesor de Letras en Buenos Aires, especialista en griego, desistió en un momento, como uno de sus personajes, de la vida ciudadana y desde 1982 está radicado en Jujuy. Fue explorador de las selvas del norte, director de grupos de teatro universitario y agregado curioso de cacerías; su mujer, la investigadora Elena Bossi, recopiló minuciosamente los monstruos mitológicos de las leyendas regionales. Algunos de estos monstruos, el ankuto pila, el familiar, se deslizan en los relatos de Cumbia. En “La posesión” y “Salamanca”, con despreocupada naturalidad, directamente aparece el diablo. El mal, el mal bestial y básico que arrasa de pronto la cáscara a duras penas civilizada de la vida, es el tema subterráneo en casi todos los cuentos y alcanza atmósferas de pesadilla en “Mirisini”, “Diario de un explorador” y “Mamá está haciendo tortas fritas”. Y si la tentación más obvia, por intersección de temas y de vidas, es establecer un paralelo con Horacio Quiroga, hay un elemento poético en la mirada de Accame que es a la vez su marca personal y su forma de compasión por las frágiles criaturas humanas. “Al fin, acabé en la habitación de mi hijo. Me quedé contemplándolo en medio de la penumbra. Así sobre la cama, destapado y casi desnudo, parecía un gusano de tierra, pálido, concentrado, blando.”
Su experiencia como autor teatral y su oído
para todas las inflexiones del habla popular se filtran en el monólogo “Así es
la milonga” y en la magnífica puesta en escena de la “lucha de viejas” en
“Quería taparla con algo”. En este cuento de amor y sordidez, como hubiera
querido Salinger, dos hombres brutales de los talleres del ferrocarril luchan
desnudos con los cuerpos engrasados para dirimir si dejarán ir a una enferma
mental que atraparon, o bien la violarán entre todos por riguroso turno de
acuerdo al largo de sus miembros. Un detalle de originalidad en los relatos de
Cumbia es que no siempre ceden al mandato contemporáneo por los finales
infelices. Accame tampoco se inclina a modas y corrientes literarias y vuelve
con variaciones interesantes no sólo al género fantástico, algo dejado de lado
en la reciente literatura argentina, sino incluso a la historia de fantasmas y
aparecidos en el convincente “Flores” y en “Huaira Cruz”. En “Esa chica” resuenan ecos de las tragedias
clásicas y una trama delicada de presagios se cumple, pero con un
desplazamiento final imprevisto. Los paisajes, las atmósferas, siempre son
admirables, ya sea el interior de un ómnibus suburbano o el vasto y amenazante
cielo norteño.“Un rayo vibró retorciéndose a lo lejos, como si por unos pocos
segundos se nos hubiera permitido ver el espinazo del cielo. Se extinguió el
griterío y todos nos quedamos quietos, mirando el horizonte. Jonás, el director
de la escuela, dijo: --La ciencia se equivoca. El hombre no desciende del mono,
sino de las tormentas.”
Accame parece vislumbrar sus historias
durante la intermitencia sobrecogedora de los relámpagos, en tormentas que
engendran a la vez hombres y bestias.
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