Publicada en la revista Escribir y publicar, 2006.
P. Acerca de Roderer vio la luz en 1993, y fue considerada por el diario La Nación como "una de las mejores novelas, o quizás la mejor, publicada entre nosotros en los últimos tiempos". En ella se aborda el afán de conocimiento, el mito de Fausto, el de Prometeo, la iniciación adolescente, el teorema de Gödel, la filosofía y la inteligencia. Fue su primera novela y ahora la editorial Destino la edita en España. Una obra perfecta.
Usted es doctor en matemáticas, ¿aplica la estructura matemática a sus libros? ¿Cómo explicaría la "estética matemática" en el proceso literario?
R. Si bien es cierto que llegué a doctorarme en matemática, la literatura estuvo desde mucho antes en mi vida, desde la infancia. Mi primer libro de cuentos lo terminé antes de los 19 años, cuando todavía ni siquiera se me había cruzado la posibilidad de estudiar matemática (y me hubiera extrañado muchísimo si alguien me mostrara ese futuro). Casi podría decir que la matemática fue un accidente, o un desvío que proseguí durante muchos años. En general concibo mis novelas como si fueran cuentos, esto fue también así en el caso de Acerca de Roderer, que es un texto a mitad de camino entre el cuento y la novela. Creo que hay en estas formas breves algo del rigor y el laconismo que suele asociarse al pensamiento matemático. Pero no diría de ningún modo que hago alguna suerte de "matemática aplicada". La matemática me ha dado en todo caso el conocimiento de algunos ámbitos, algunos personajes, algunos temas, de la misma manera supongo, que la actividad de la pesca pudo haber influido en la literatura de Hemingway. Lo que sí he percibido, y escribí algunos artículos respecto a esto, es que hay una analogía bastante estrecha entre el modo de concebir la solución de un problema en matemática y su posterior codificación por escrito en ese texto que se llama demostración y la manera de imaginar en literatura y su posterior codificación por escrito en esos textos que llamamos cuentos o novelas. En cuanto a predilecciones estéticas, soy como lector bastante más amplio y admiro también muchísimo a otros autores "abigarrados" o digresivos, como Svebo, Proust, o el que es mi preferido de todos los tiempos, Henry James, que participa a la vez de los dos mundos.
P. ¿Borges podría ser un ejemplo? ¿Le ha influido?
R. Claro que sí. Uno de mis primeros cuentos durante la adolescencia se llamaba Peón cuatro rey y era una copia admirativa de algunos de los clichés borgeanos. Como dije alguna vez, creo que tanto Borges como Cortázar están de distintos modos en los genes de los escritores argentinos contemporáneos, más allá de rechazos y apropiaciones teóricas. Pero yo no lo siento de ningún modo como un peso, o como una sombra de la que es preciso desembarazarse. Creo que Borges le da un piso de profundidad a la literatura argentina, un requisito de exigencia. Fue además un gran maestro y guía de lecturas. En cuanto a la relación con la matemática, yo escribí todo un libro al respecto, que se llama Borges y la matemática, (Eudeba). Más allá de los rastros de ideas matemáticas que dieron origen a algunas de sus ficciones (notablemente La biblioteca de Babel, El libro de arena, El disco, La lotería de Babilonia, La muerte y la brújula, Del rigor en la ciencia, etcétera), yo señalo algunos procedimientos narrativos similares a los del matemático que se propone estudiar un conjunto de ejemplos. En muchas de las ficciones borgeanas se comienza con un acopio de versiones y ejemplos en distintas literaturas de una misma idea, como si Borges quisiera capturar una forma esencial detrás de estas variantes. A continuación, como destilación, o como otro avatar, para usar una de sus palabras, Borges suministra su propia ficción, su ejemplo crítico, que lleva en sí a la vez lo particular y lo general.
P. Además del estilo depurado, sobrio, terso, claro. destaca en Acerca de Roderer la voz del narrador. ¿Cómo surge esa voz en sus historias? ¿Cuál es el proceso de creación de la misma?
R. Es una voz con una impostación autobiográfica, que me permite en general remontar las dificultades del comienzo. Luego naturalmente, por las desviaciones y exigencias de la trama, se va distorsionando cada vez más hasta volverse para mí mismo irreconocible. En otros libros es la voz del que alguna vez fui y ya no soy.
P. ¿Acerca de Roderer es una novela de formación, en la línea de Demian de Herman Hesse?
R. Así la han leído muchos críticos y no podría decir que no; aunque para mí tiene más que ver con la idea de un duelo a lo largo de la vida, algo así como una variante, en clave intelectual, de Los duelistas de Conrad. Y por supuesto, es también una novela fáustica. Recuerdo que yo estaba muy orgulloso de la variante que se me había ocurrido a través del teorema de Gödel, como arma del Diablo para limitar y "desordenar" el conocimiento humano.
P. ¿Podríamos decir que esta novela, por su perfección, está más cercana al cuento? ¿Cómo diferenciaría cuento y novela?
R. Yo creo que la distinción más precisa es la que sugiere indirectamente Borges en uno de sus ensayos: en el cuento lo que más importa es la trama; los personajes tienen pocos grados de libertad respecto a la evolución de los acontecimientos. En la novela lo que más importa es, justamente, el desarrollo, las contradicciones y las mutaciones de los personajes. Desde el punto de vista creativo, si al imaginar una historia escucho voces, ya sé que será una novela.
P. En una de las páginas de la novela, Roderer habla: "en una gran obra también es revelador lo que quedó incompleto, o malogrado, las inconsecuencias." ¿Lo aplica en sus novelas? ¿Cómo construye los finales?
R. En esa frase Roderer se refiere, por supuesto, a lo que quedo incompleto o malogrado a pesar de todos los esfuerzos del escritor. De ninguna manera como una receta a aplicar. No creo en la impostación de ese efecto, de la misma manera que no me interesa demasiado en literatura la impostación del azar o del caos, o de la banalidad, o de los desmañamientos en la escritura, porque me parecen opciones siempre demasiado fáciles.
P. Sigue diciéndonos en la novela: "hay en realidad una sola ofensa a Dios sin retorno: el intento de suplantarlo". ¿Vive en pecado el escritor? ¿Para usted la escritura es una condena?
R. Uno puede hacer analogías fáciles: el escritor, después de todo, también crea mundos con la palabra y a su manera dice "hágase la luz" sobre lo que eran en principio las tinieblas y el caos de su imaginación. En realidad, en la práctica cotidiana de la escritura, muy pocas veces uno se siente Dios y muchas más la cucaracha de Kafka. Pero sí hay algunos momentos de la literatura en que se percibe la tensión de lo sacrílego, en un sentido más amplio, por ejemplo en El asesinato considerado como una de las bellas artes, en Crimen y castigo, en algunos pasajes de Viaje al fin de la noche, en otros de Lolita. El escritor debe hacerse cargo del mal, yo creo que casi toda la literatura emana del mal (con o sin mayúscula) y de una cierta crueldad de demiurgo para con los propios personajes. La escritura tiene algo de condena, como cualquier trabajo, pero también momentos intermitentes de una felicidad única. Terminar un libro, sobre todo, da una sensación de euforia incomparable.
P. Hay algunos escritores que creen que la justicia literaria se dará en el futuro, que será ése tiempo que marque las grandes obras, ¿qué opina?
R. Escribí todo un artículo escéptico sobre esta cuestión, que se llama Los juicios del tiempo, y que les adjunto para que extraigan de aquí la respuesta.
P. ¿A qué debe aspirar la novela? ¿El arte?
R. La novela debe aspirar a la vida, a erigirse como una forma propia de vida que compite con la realidad.
P. Con Crímenes imperceptibles ganó el Planeta en Argentina, anteriormente ganó el Certamen Nacional de Cuentos Roberto Arlt y el Fondo Nacional de las Artes, ¿los premios cambian la forma de escribir?
R. No, para nada; tengo una lista de espera para mis cuentos y novelas y esta prioridad interna es muy resistente a lo que puedan ser los resultados en reconocimiento de uno u otro de mis libros. Creo además que un escritor debe afrontar el riesgo de variar el registro que le ha dado tal o cual éxito. Escribí alguna vez, y todavía lo creo, que la tradición de la que más debe cuidarse un escritor es la que establecen sus libros anteriores.
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