INGENIOSO DOLOR
Andrew Miller
Narrativas actuales, Emecé , 350 páginas.
Publicada en Radar, Página 12, 1998.
Esta novela, titulada en inglés Ingenious pain, y ambientada en la Inglaterra del siglo dieciocho, narra en zigzag la vida de James Dyer, un chico que no llora ni habla hasta los once años, que no puede sentir el dolor en ninguna de sus manifestaciones y que se convierte con el correr de los años en un cirujano legendario de su época, implacable, brillante, siniestro.
En una inversión que recuerda a Lawrence Sterne, (para quién hay hacia el final un tributo explícito) la narración se inicia con la muerte de Dyer y con los últimos años de su vida, ya totalmente despojado de su habilidad y de su fama, pero esto, que parece apuntar al principio a un punto de vista "novedoso", concentrado en las cenizas de una gloria, queda simplemente como un recurso que entorpece la entrada a lo que luego sí será un relato excelente. Desde la concepción -en una relación adúltera y brevísima en un lago helado- hasta el descubrimiento de que ese niño mudo y extraño no percibe pinchazos ni quemaduras, ni ninguna clase de dolor físico; desde los estragos de la peste bubónica que lo deja solo en el mundo hasta la adopción por un estafador de feria y el secuestro por un coleccionista de monstruos, desde su iniciación sexual con dos adolescentes siamesas -condenadas a morir poco después sobre la mesa de operaciones en una escena escalofriante- hasta su recaptura por el feriante, desde sus primeras armas en la medicina hasta el establecimiento meteórico de su fama en Bath con la práctica, por ejemplo, de una cesárea in extremis, cuando aún no se conocía la anestesia, Andrew Miller crea un personaje verdaderamente enigmático y apasionante, con los colores sombríos y la brutalidad inconciente de la época, que hace exclamar en algún momento a un personaje secundario: La crueldad inglesa es como los juegos ingleses: no los entiendo.
En una inversión que recuerda a Lawrence Sterne, (para quién hay hacia el final un tributo explícito) la narración se inicia con la muerte de Dyer y con los últimos años de su vida, ya totalmente despojado de su habilidad y de su fama, pero esto, que parece apuntar al principio a un punto de vista "novedoso", concentrado en las cenizas de una gloria, queda simplemente como un recurso que entorpece la entrada a lo que luego sí será un relato excelente. Desde la concepción -en una relación adúltera y brevísima en un lago helado- hasta el descubrimiento de que ese niño mudo y extraño no percibe pinchazos ni quemaduras, ni ninguna clase de dolor físico; desde los estragos de la peste bubónica que lo deja solo en el mundo hasta la adopción por un estafador de feria y el secuestro por un coleccionista de monstruos, desde su iniciación sexual con dos adolescentes siamesas -condenadas a morir poco después sobre la mesa de operaciones en una escena escalofriante- hasta su recaptura por el feriante, desde sus primeras armas en la medicina hasta el establecimiento meteórico de su fama en Bath con la práctica, por ejemplo, de una cesárea in extremis, cuando aún no se conocía la anestesia, Andrew Miller crea un personaje verdaderamente enigmático y apasionante, con los colores sombríos y la brutalidad inconciente de la época, que hace exclamar en algún momento a un personaje secundario: La crueldad inglesa es como los juegos ingleses: no los entiendo.
La insensibilidad de Dyer es a la vez una forma de inmunidad y una condena pero sobre todo el secreto de su destreza de cirujano, como si la falta de comprensión sobre el dolor le permitiera una feliz impunidad sobre el cuchillo, más allá de lo que se atrevería cualquier médico. Aún así, cuanto mayores son sus proezas más siniestro se vuelve el personaje. El quiebre, y la redención, se producen cuando Dyer experimenta su primer fracaso, pero la resolución trivializa las fuerzas y los dilemas morales que se habían puesto en juego. Miller introduce el personaje de una gitana que enamora a este fascinante insensible y en una escena en la que uno quisiera gritar ¡No! ¡No!, con un poco de magia sobrenatural le devuelve la dimensión del dolor y lo convierte , por supuesto, en un perfecto idiota. La novela nunca se recupera del todo de este traspie en lo convencional, y a pesar de los cuidados de artista de Miller su personaje, lobotizado por el amor , pierde algo de interés en los últimos tramos de su vida.
Aún así, por la precisa humanidad de los personajes secundarios, por la crudeza bien dosificada de la prosa y por la inteligencia y desenvoltura con que fusiona géneros, Andrew Miller se perfila en este primer libro como un escritor notable, que ha sabido asimilar sin dejarse aplastar la gran tradición de la novela inglesa.
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