Entrevista Diario La Capital, febrero 2014 (no aparece online)


¿Qué error le molesta más advertir en un texto literario? ¿cuál es el último que halló en el libro que está leyendo o que acaba de leer?
Los lugares comunes,  la mescolanza de registros del lenguaje, la deriva del propósito, la falta de atmósfera, la trivialidad. En Solar, de McEwan, aunque no es un “error” lamenté que la anécdota comiquísima de las papas en el tren, se retomara y se estirara todavía a una consideración metaliteraria sobre leyendas urbanas. El exceso de ingenio es también a veces un error.

 ¿Qué situación de su vida cotidiana encontró reflejada con sorpresiva exactitud en un libro, una película, una canción o cualquier otra obra de arte?
La intervención de cierto feminismo posmoderno contra los vectores fálicos de la física tradicional la viví in situ durante un congreso, tal como la cuenta McEwan en la misma Solar. No podía dejar de reírme mientras leía la pequeña tragedia que atrae sobre sí el científico cuando trata de contestarles. Pero en muchísimas novelas encuentro aquí o allá afinidades, al fin y al cabo el material de toda novela es la experiencia humana

¿De qué lugar, personaje común o circunstancia en general que ofrece Mar del Plata se apropiaría para incorporarlo como pasaje central de alguna de sus obras?
El casino, el cementerio, o el Club Náutico.

¿Cuál es el mejor diálogo que recuerda entre dos personajes de ficción?
Los diálogos entre el aspirante y el escritor consagrado en La lección del maestro, de Henry James.

Si le permitieran ingresar en una ficción y ayudar a un personaje, ¿cuál sería y qué haría?
Entraría en la jaula terrible del artista del hambre de Kafka y trataría de dar con un alimento que no le repugne. O también, elegiría cualquiera de las heroínas inteligentes, sensibles y angustiadas de Henry James, Jane Austen o Edith Warton, y las avanzaría medio siglo en la máquina del tiempo, para que tuvieran otra opción a la disyuntiva matrimonio o muerte de su época.

¿Recuerda haber robado un libro alguna vez? ¿Cuál o cuáles?
Robé la Obra literaria completa de Rodolfo Walsh en una feria del libro hace más de veinte años, algo de lo que no estoy orgulloso, aunque pasó el tiempo suficiente para que el delito, espero, haya prescrito. En compensación, para mantener el karma de los libros, sufrí varios robos en mi propia biblioteca, bajo la forma de préstamos a largo plazo.

Un extraño hongo se esparce por su biblioteca y consume de manera irrefrenable los libros. Solo dispone de unos segundos para actuar y salvar a tres de ellos. Lo que usted hace para ganar tiempo es arrojar a la voracidad del hongo a otros tres libros. ¿Cuáles serían los sacrificados y cuáles los salvados?
Sospecho que la pregunta apunta a detectar mis enemigos literarios (aunque tendría un problema porque son más de tres y sólo conservo libros buenos en mi biblioteca). En su lugar podría sacrificar los libros repetidos de autores que tengo en distintas ediciones, y que quedaron en letra demasiada chica para mis ojos actuales. Los salvados serían la Obra completa de Borges, una antología de nouvelles de Henry James y el libro Un mito familiar, de mi papá (Julio G. Martínez).

Se le concede la extraordinaria excepción de hacerle una única pregunta a uno de sus tantos escritores predilectos. ¿Qué le preguntaría?
Le preguntaría cuánto de lo que ha dicho, “descubierto” y divagado la crítica sobre sus libros estaba verdaderamente en su intención al escribir, y cuánto más de lo que intentó decir por lo bajo no se reveló todavía a sus lectores. 

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