¿Qué
error le molesta más advertir en un texto literario? ¿cuál es el último que
halló en el libro que está leyendo o que acaba de leer?
Los lugares comunes, la mescolanza de registros del lenguaje, la
deriva del propósito, la falta de atmósfera, la trivialidad. En Solar, de
McEwan, aunque no es un “error” lamenté que la anécdota comiquísima de las
papas en el tren, se retomara y se estirara todavía a una consideración
metaliteraria sobre leyendas urbanas. El exceso de ingenio es también a veces
un error.
¿Qué situación de su vida cotidiana encontró
reflejada con sorpresiva exactitud en un libro, una película, una canción o
cualquier otra obra de arte?
La intervención de cierto feminismo
posmoderno contra los vectores fálicos de la física tradicional la viví in situ
durante un congreso, tal como la cuenta McEwan en la misma Solar. No podía
dejar de reírme mientras leía la pequeña tragedia que atrae sobre sí el
científico cuando trata de contestarles. Pero en muchísimas novelas encuentro
aquí o allá afinidades, al fin y al cabo el material de toda novela es la
experiencia humana
¿De
qué lugar, personaje común o circunstancia en general que ofrece Mar del Plata
se apropiaría para incorporarlo como pasaje central de alguna de sus obras?
El casino, el cementerio, o el Club
Náutico.
¿Cuál
es el mejor diálogo que recuerda entre dos personajes de ficción?
Los diálogos entre el aspirante y el
escritor consagrado en La lección del maestro, de Henry James.
Si
le permitieran ingresar en una ficción y ayudar a un personaje, ¿cuál sería y
qué haría?
Entraría en la jaula terrible del
artista del hambre de Kafka y trataría de dar con un alimento que no le
repugne. O también, elegiría cualquiera de las heroínas inteligentes, sensibles
y angustiadas de Henry James, Jane Austen o Edith Warton, y las avanzaría medio
siglo en la máquina del tiempo, para que tuvieran otra opción a la disyuntiva
matrimonio o muerte de su época.
¿Recuerda
haber robado un libro alguna vez? ¿Cuál o cuáles?
Robé la Obra literaria completa de
Rodolfo Walsh en una feria del libro hace más de veinte años, algo de lo que no
estoy orgulloso, aunque pasó el tiempo suficiente para que el delito, espero,
haya prescrito. En compensación, para mantener el karma de los libros, sufrí
varios robos en mi propia biblioteca, bajo la forma de préstamos a largo plazo.
Un
extraño hongo se esparce por su biblioteca y consume de manera irrefrenable los
libros. Solo dispone de unos segundos para actuar y salvar a tres de ellos. Lo
que usted hace para ganar tiempo es arrojar a la voracidad del hongo a otros
tres libros. ¿Cuáles serían los sacrificados y cuáles los salvados?
Sospecho que la pregunta apunta a
detectar mis enemigos literarios (aunque tendría un problema porque son más de
tres y sólo conservo libros buenos en mi biblioteca). En su lugar podría
sacrificar los libros repetidos de autores que tengo en distintas ediciones, y
que quedaron en letra demasiada chica para mis ojos actuales. Los salvados
serían la Obra completa de Borges, una antología de nouvelles de Henry James y
el libro Un mito familiar, de mi papá (Julio G. Martínez).
Se
le concede la extraordinaria excepción de hacerle una única pregunta a uno de
sus tantos escritores predilectos. ¿Qué le preguntaría?
Le preguntaría cuánto de lo que ha
dicho, “descubierto” y divagado la crítica sobre sus libros estaba
verdaderamente en su intención al escribir, y cuánto más de lo que intentó
decir por lo bajo no se reveló todavía a sus lectores.
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