Entrevista La voz del Interior sobre Yo también tuve una novia bisexual, 2011

Publicada en La voz del Interior con el título Yo también tuve una novia bisexual, la novela de Guillermo Martínez, 2011.
Por Rogelio De Marchi
 
La pesada carga de prohibiciones que pesan implícita o explícitamente sobre los docentes en ese (y otros tantos) campus (que si mirás una alumna, cuántas veces, cuánto tiempo, si le hablás en un pasillo o en el gym, cómo te comportás en la consulta, qué temáticas tocás en tus programas, etc.), ¿no te parece que vuelve secundario la capacidad del docente de dar clases, la importancia de lo que tiene para enseñar?
 Creo que no. Yo escribí una novela, es decir, una ficción. Dentro de esa ficción quería darle cierto énfasis a las prohibiciones, al conservadurismo de esa universidad en el sur, a las amenazas y al costado “prohibido” de la relación. Pero en la vida real, y fui profesor durante más de 25 años, nunca sentí que la precaución más o menos tácita, más o menos reglamentada en la relación entre profesores y alumnos relegara la importancia de lo que se enseña.

¿Los argentinos estamos a salvo de esos dispositivos? ¿Tenemos que ir sí o sí hacia ellos?
En las universidades estadounidenses una cuestión importante es la industria del juicio, que a veces puede arruinar económicamente a una universidad. También por eso las reglas son más estrictas. Creo que aquí, en la Argentina, la relación entre profesores y alumnos (al menos en los ámbitos universitarios) no es tan problemática.

¿Pensás que es un esquema que funciona parejamente para profes mujeres y varones o que es un sistema "contra" los varones?
En principio las leyes sobre acoso sexual no distinguen entre sexos, aunque sigue siendo más verosímil, por razones culturales,  históricas y seguramente estadísticas, el planteo de una alumna contra un profesor varón que el de un estudiante varón contra una profesora.

Hay otro dispositivo que se denomina "discriminación positiva". Si hay un solo banco disponible y los candidatos con igual puntaje son un blanco y un negro, ahora debería dársele el banco al negro en compensación por todos los años en que se le dio al blanco... ¿Por qué se complejiza tanto la vida universitaria?
Porque la historia es compleja, porque cada bando tiene sus argumentos, y porque cada afirmación, dialécticamente, revela su insuficiencia. Algo de esto quise decir con mi teoría de los refinamientos dicotómicos en el plano crítico. El concepto de reparación histórica que está detrás de la discriminación positiva puede provocar, paradójicamente alguna clase de injusticia, si se mira sólo la foto del presente. Pero también es cierto que sin esta clase de medidas es muy difícil quebrar el statu quo. Hay aquí una situación típica en que las mismas “buenas intenciones” (la búsqueda de justicia e igualdad de oportunidades) llevan a posiciones opuestas.
  
En tu novela se advierte el pasaje o tránsito del encuentro sexual hacia la relación amorosa, que estaría marcado por la construcción de una intimidad, como si el sexo en sí mismo no implicase relacionarse íntimamente con un otro...
Por supuesto, no siempre una relación sexual implica causalmente un involucramiento amoroso. Pero en mi novela sí ocurre esta progresión en la intimidad. Me interesaba narrar ese estado de inmersión absoluta del enamoramiento, en que todo parece desvanecerse alrededor, para marcar la máxima distancia con el acontecimiento histórico del mundo “exterior”, que termina por tocarlos.

Del mismo modo, se muestra la posibilidad de que esa relación amorosa degenere en una relación de poder, de dominación, aunque en este caso no sé si ve tan claramente la delgada línea roja que separa una cosa de la otra.
No alcanzo a ver nada de esto en la historia que escribí. Justamente, casi como una ironía, ella es una excelente alumna y el consentimiento entre los dos es inmediato y mutuo.
Me refiero a la relación homosexual que mantiene ella antes y después de su relación con él. Es un vínculo donde la dominación es tal que la desequilibra por completo, la aleja de su familia, etc.
Ese es el costado que me interesaba dejar semioculto en Jenny, para revelar del todo en el final: su adicción a relaciones destructivas cuando se inclina por mujeres. Me parecía interesante esa dualidad: que en su relación con los hombres pudiera ser feliz, pero no las considerara del todo reales, y que en las relaciones que buscaba con mujeres tuviera esa atracción al abismo, como si lo más real y verdadero fuera lo que más hace sufrir.

Si sumo la relación profesor-alumna y sus dispositivos; los resortes que desencadena el atentado a las Torres; y la transformación de una relación amorosa en una relación de poder, la ecuación me indica que la novela, más allá del tema amoroso, lo que narra es la compleja trama del poder y su increíble capacidad para triturar al sujeto...
Lo que más me interesaba narrar es algo que no aparece con frecuencia en la literatura: el escalonamiento de una relación sexual, pensada no como “números” o escenas sucesivas, sino como una progresiva develación de los dos personajes. En segundo plano, me interesaba también escribir una novela que fuera a la vez política y privada, y poner el efecto “mayor” del ataque a las Torres Gemelas, con su roce indirecto y fatal, al servicio del efecto “menor” de una historia íntima y oculta a la vista de todos.
A ver si te entiendo: la relación entre esos planos narra cómo lo político puede impactar en lo más íntimo de nuestras vidas. Porque la relación entre ellos queda a la luz por las consecuencias que sobre la seguridad tiene el atentado a las Torres.
Exactamente. La de ellos es una relación guardada bajo llave, en un mundo que parece totalmente autónomo y a resguardo: un pueblo perdido en el sur. Sin embargo hay algo de esa conmoción histórica, un roce imprevisto, que termina por tocarlos.  

 El centro o clave del título parece ser el "también", que lo coloca como respuesta de un diálogo virtual. ¿Con quién habla ese "Yo", a quién se dirige, a quién le contesta?
Hasta fines del siglo XIX el sexo era uno de los temas tabú de la literatura y todo era antesalas, prolegómenos, rodeos. Durante el siglo XX en cambio, hubo algo así como una super explotación del tema, pero aparecieron otros clichés: el sexo asociado a lo sórdido o al cinismo, como en el realismo sucio, a la dominación, a la violencia, o bien, más cerca en el tiempo, la explosión de la literatura gay y lesbiana, los travestis, etcétera. El “también” del título es una ironía respecto de esta clase de novelas. Lo que quise hacer fue un acercamiento diferente a la cuestión del sexo, que no tuviera el distanciamiento lírico-filosófico de la retórica literaria, de las metáforas elusivas del siglo XIX, pero tampoco cayera en ese otro enmascaramiento de nuestro tiempo que es el cinismo, el chiste fácil y la vulgaridad. 

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