Borges ensayista
(publicado en Clarín Cultura, 23/08/2019, como "Ficciones con la verdad de un teorema")
(publicado en Clarín Cultura, 23/08/2019, como "Ficciones con la verdad de un teorema")
Una primera manera de referirse
al Borges ensayista es pasar revista a sus piezas e ideas fundamentales: el
legado del universo para sí mismo y las generaciones de futuros escritores en “El
escritor argentino y la tradición”, la idea fulgurante del escritor que crea hacia atrás su genealogía -y
modifica nuestra concepción del pasado- en “Kafka y sus precursores”, su
reflexión escéptica sobre el “previo fervor” en la lectura de autores ya
consagrados en “Sobre los clásicos”.
Una segunda manera es
releer en Textos recobrados sus
ejercicios tempranos de afirmación literaria con sorprendentes toques bélicos,
que no deja de repetir en su madurez entre líneas, apenas atenuados: el
comentario al pasar de que las obras de teatro de Shakespeare eran en su época
como la telenovela de la tarde, sus ironías sobre Conan Doyle en “Leyes de la
narración policial”, sus invectivas contra las novelas psicológicas rusas (“Los rusos y los discípulos de los rusos han demostrado hasta el hastío
que nadie es imposible: suicidas por felicidad, asesinos por benevolencia,
personas que se adoran hasta el punto de separarse para siempre..”), sus juicios burlones sobre James Joyce en su reseña de Finnegans Wake. Borges –y ésta fue una
de sus grandes lecciones- no se sentía menos que ningún escritor y no aceptaba
moda o autoridad que no fuera su propio juicio literario.
Pero hay una tercera
manera, quizá la más interesante, que señala Lucila Pagliai en “¿Por qué Borges interesa a los
científicos?” (incluido en Borges y la ciencia), y es la de prestar
atención a la matriz ensayística de sus relatos. En efecto, buena parte de las
ficciones de Borges parecen proceder, más que de inspiraciones narrativas, o de
la prefiguración de tramas y personajes, de alguna clase de razonamiento
teórico -En el principio fue la idea.
Borges identifica un tema, estudia sus variaciones a lo largo de la historia y
las sucesivas reencarnaciones o “avatares” en literaturas y épocas diversas, y
finalmente, casi como una decantación, o como un último toque personal, desliza
su propio relato. En Textos recobrados
pueden rastrearse los primeros ejemplos de este método. Borges escribe un
ensayo sobre los laberintos, con ejemplos históricos, literarios, discusiones
sobre las diferentes maneras de concebir un laberinto y hacia el final deja
caer, como si fuera un cuento de Las mil
y una noches, su propia decantación abstracta de la idea de laberinto, en
“Historia de dos reyes y dos laberintos”. De la misma manera, en el ensayo
“Diálogos del asceta y el rey” repasa mitos y variantes en la literatura de la
oposición arquetípica entre el rey, que
“es una plenitud” y el asceta, que “es nada o quiere ser nada”, para cerrar con
su cuento brevísimo “Odín”, como si fuera otra leyenda anónima. Este tema
teórico daría lugar todavía más adelante a otro de sus cuentos emblemáticos:
“La escritura del Dios”.
El pasaje insensible del ensayo a la narración
reaparece en varios otros de sus relatos más célebres. “La Biblioteca de Babel”
puede verse como la variación espacial, arquitectónica, de una idea de
combinatoria matemática ya explorada por Kurd Lasswitz en su cuento “La
biblioteca universal”. Y la nota al pie que incluye al final de ese cuento (que
toda la biblioteca puede condensarse en un volumen único, un vademecum sedoso de hojas infinitamente
delgadas) es la nueva variación que deja
apuntada allí y germinará con el tiempo en “El libro de arena”. También “El
Aleph” procede de una inquietud en principio abstracta que comunica a Estela
Canto: la de escribir un cuento sobre un lugar que es todos los lugares. (Del
mismo modo que “El jardín de senderos que se bifurcan” es un cuento sobre la
ramificación del tiempo en múltiples universos posibles). “Pierre Menard, autor
del Quijote” puede verse como un caso extremo, ya en sí mismo un ensayo
paródico, a la manera de las Crónicas de
Bustos Domecq, pero también como una reflexión profunda sobre la
insuficiencia de cualquier texto para darse una única interpretación o
sentido. ¿Y acaso no es “El Congreso” la
puesta en escena -con tipos humanos- de los dilemas clasificatorios que ya
había explorado de manera “teórica” en su ensayo “El lenguaje analítico de John
Wilkins”?
Este método de Borges es
afín y grato a la manera de pensar de los científicos: la identificación de un
patrón, la exploración de ejemplos críticos que revelen las posibles variaciones
y elasticidad de un concepto, y finalmente la condensación de lo esencial
detrás de esos ejemplos bajo la forma de una ley. Borges realiza dentro de sus
historias este recorrido desde lo concreto a lo genérico y es por eso que sus
ficciones parecen aludir permanentemente a una forma universal, como si llevaran
en sí algo de la verdad de un teorema.