Alarmados
por el muy bajo nivel de aprobación en el examen de ingreso de matemática a la
Universidad Nacional del Sur (sólo el 10% de los aspirantes aprobaron), me
consultan para una nota periodística cuál podría ser la explicación y si la
matemática es realmente una materia difícil. Aquí mi respuesta:
Sí
hay una dificultad específica de la matemática –o varias- respecto a otras
materias. La matemática requiere un lenguaje de fórmulas y ecuaciones, que es
como una lengua extranjera y abstracta, que exige mucha precisión en su
utilización. La dificultad mayor de los estudiantes es poder expresar en este
nuevo lenguaje, que no dominan del todo, las condiciones y la formulación de un
problema. La segunda dificultad tiene que ver con la motivación: los
estudiantes perciben las manipulaciones algebraicas y los algoritmos como algo
de un mundo distante y penoso, del que con suerte podrán escapar durante el
resto de su vida. Creo que una parte del tiempo de las clases de matemática
debería estar dedicado a la historia de las ideas, a los avances progresivos, a
la importancia y aplicaciones de la matemática en la vida cotidiana. Hay toda
una epopeya del conocimiento ligado a la matemática y a los matemáticos que es
apasionante y vale la pena transmitir: la parte emocional de crear admiración
por una rama del conocimiento para proponer el desafío de estudiarla no debería
desdeñarse. Finalmente hay una tercera dificultad: la matemática requiere una
apropiación personal de las herramientas. El profesor puede
explicar de manera brillante en el pizarrón, pero no habrá entendimiento hasta
que el alumno no se enfrente por sí mismo a los problemas y encuentre la
articulación y el click de Eureka en su cerebro que le permita resolver no solo
el ejercicio que le han planteado sino múltiples variantes y en particular la
que aparecerá en el examen. Esto requiere un tiempo también personal del alumno
en lucha con los ejercicios, resolver una gran cantidad de problemas (y no solo
los de la carpeta!) y muchas horas de concentración. Pero el concepto de
estudio se ha venido degradando en las últimas décadas, mientras que las
dificultades intrínsecas de la matemática permanecen. Una pregunta interesante
para formular a los alumnos sería: ¿qué significa ahora para ustedes, medido en
horas, estudiar “mucho”? Creo que la respuesta podría dar una pista
para explicar esta clase de porcentajes. Pensemos en el éxito casi
infalible que tienen a largo plazo los profesores particulares de matemática
para lograr que aún los alumnos más reacios aprueben finalmente la materia. ¿Se
debe acaso a que explican mejor que el profesor a cargo? ¿O más bien a que han
logrado sentar al alumno durante la cantidad suficiente de tiempo y se han
asegurado de que practique la suficiente cantidad de ejercicios?