De la serie Objetos luminosos, para una columna sobre objetos del pasado de la revista VIVA, Clarín, 2011. (no aparece online)
Mi primer encuentro con la muerte no fue el paso de un cortejo fúnebre ni el cajón desolado de un velorio familiar, sino un esqueleto pequeño, pero no por eso menos perturbador, en el fondo de una pecera. Mi padre, que era un piscicultor bastante desenfrenado, tenía en su campo, a dos horas de la ciudad, un gran piletón lleno de peces, pero igualmente, para vigilar de cerca a sus reproductores, había sembrado también de peceras nuestra casa.