Publicada con el
título "La lectura es un campo magnético que pone a raya lo prosaico del
lenguaje” en fundacióntem.org, mayo 2016.
Los jueves de mayo y junio, Guillermo Martínez coordina un taller avanzado de cuento. Aquí, algunas características de su propuesta.
También, el modo en que ficción y ensayo pueden combinarse para ampliar los
horizontes de un texto narrativo.
-¿Cuál
es el aporte que puede hacer un taller para la formación de un escritor?
-El de dar un ámbito y una “atmósfera” para leer y discutir con
detalle microscópico sobre sus cuentos, algo a veces difícil de conseguir en
las lecturas de familiares o amigos… La posibilidad del detenimiento, el
análisis, la corrección sucesiva. El aprendizaje a través del reconocimiento en
los errores de otros de los problemas propios del texto. La detección de cuánto
hay de lugar común y cuánto de creatividad en sus textos. El intercambio de
lecturas y la ampliación de estéticas. La apropiación de nuevas herramientas y
procedimientos. Y si todo esto falla, quizá un grupo de nuevos amigos.
-Los escritores suelen tener, al menos al
comienzo de su carrera, oficios y profesiones paralelos. En tu caso fue la
matemática. ¿Configuró esta profesión tu manera de percibir el mundo y de
escribir?
-No en lo esencial: escribo desde los ocho años, terminé mi
primer libro de cuentos a los 19, cuando aún no había decidido cambiarme a
matemática en la universidad. Siempre escribí en forma paralela a mi formación
matemática sin percibir ninguna influencia de una disciplina sobre la otra,
aunque hay analogías en cuanto a los aspectos creativos y discursivos, que desarrollé
en Borges y la matemática. Pero sí me dio la matemática sin duda personajes,
ámbitos y temas que pude luego incorporar a mis novelas (del mismo modo que la
pesca con mosca le dio a Hemingway temas para sus cuentos y metáforas sin que
nadie infiriera que escribía como un pescador.)
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