Entrevista sobre La razón literaria, mayo 2016
Publicada en La Gaceta de Tucumán con
el título "La crítica de valores permanece en la sombra", mayo 2016.
Por Fabián
Soberón
“La crítica
de valores permanece en la sombra”
En La razón literaria, su último libro, arremete contra las convenciones de una crítica argentina que canoniza y descalifica autores de manera arbitraria. En esta entrevista habla, entre otras cosas, sobre su escepticismo frente al culto a la experimentación y su rechazo a los lobbies y la endogamia del mundillo literario. “En general, el movimiento de las polémicas es hacia la caricatura, hacia la sospecha psicoanalítica o hacia el insulto”, afirma.
- Percibo una continuidad de argumentación entre los ensayos de La fórmula de la inmortalidad y los de La razón literaria. ¿Vos crees que hay un sistema de pensamiento en tus ensayos?
- No lo llamaría con el nombre tan ambicioso de “sistema”, sí una cantidad de convicciones sostenidas en el tiempo contra cierto nuevo sentido común de la crítica dominante y del que resumo aquí algunos trazos:
Mi sospecha de que exista algo así como un sistema de literatura argentina: esto parece históricamente más bien una cuestión de lobbies académicos y cierta pereza intelectual por incorporar lo nuevo que hace arrastrar por inercia y acumulación de papers nombres enseñados de profesores a alumnos.
Mi resistencia a pensar la literatura como una cuestión de nombres, para mí es más bien una cuestión de obras (salvo en algunos autores que se repiten idénticos a sí mismos de obra en obra).
Mi escepticismo respecto a lo que se quiere hacer pasar en nuestra literatura como vanguardia, y que en casi todos los casos veo como repetición de ideas de hace cien años.
Mi preferencia por la noción de “originalidad” frente a la noción de lo simplemente “novedoso”.
Mi crítica al concepto de “experimentación” tal como se usa en literatura, que ha sido en general reducida al plano formal y al sacrosanto “lenguaje”, sin percibir las otras múltiples innovaciones ya realizadas o posibles en cuanto a la percepción y tratamiento de temas y sensibilidades.
Mi reticencia a la valoración automática y al escudo mágico que tiene la palabra “experimentación”, como si no pudiera haber experimentos fallidos, estúpidos o ya totalmente agotados.
Mi rechazo a la teoría del “rendimiento decreciente”, a la que opongo una literatura que vaya por mayor complejidad frente a lo ya escrito, en vez de angostarse en procedimientos de abstracción y abandono.
En La razón literaria, su último libro, arremete contra las convenciones de una crítica argentina que canoniza y descalifica autores de manera arbitraria. En esta entrevista habla, entre otras cosas, sobre su escepticismo frente al culto a la experimentación y su rechazo a los lobbies y la endogamia del mundillo literario. “En general, el movimiento de las polémicas es hacia la caricatura, hacia la sospecha psicoanalítica o hacia el insulto”, afirma.
- Percibo una continuidad de argumentación entre los ensayos de La fórmula de la inmortalidad y los de La razón literaria. ¿Vos crees que hay un sistema de pensamiento en tus ensayos?
- No lo llamaría con el nombre tan ambicioso de “sistema”, sí una cantidad de convicciones sostenidas en el tiempo contra cierto nuevo sentido común de la crítica dominante y del que resumo aquí algunos trazos:
Mi sospecha de que exista algo así como un sistema de literatura argentina: esto parece históricamente más bien una cuestión de lobbies académicos y cierta pereza intelectual por incorporar lo nuevo que hace arrastrar por inercia y acumulación de papers nombres enseñados de profesores a alumnos.
Mi resistencia a pensar la literatura como una cuestión de nombres, para mí es más bien una cuestión de obras (salvo en algunos autores que se repiten idénticos a sí mismos de obra en obra).
Mi escepticismo respecto a lo que se quiere hacer pasar en nuestra literatura como vanguardia, y que en casi todos los casos veo como repetición de ideas de hace cien años.
Mi preferencia por la noción de “originalidad” frente a la noción de lo simplemente “novedoso”.
Mi crítica al concepto de “experimentación” tal como se usa en literatura, que ha sido en general reducida al plano formal y al sacrosanto “lenguaje”, sin percibir las otras múltiples innovaciones ya realizadas o posibles en cuanto a la percepción y tratamiento de temas y sensibilidades.
Mi reticencia a la valoración automática y al escudo mágico que tiene la palabra “experimentación”, como si no pudiera haber experimentos fallidos, estúpidos o ya totalmente agotados.
Mi rechazo a la teoría del “rendimiento decreciente”, a la que opongo una literatura que vaya por mayor complejidad frente a lo ya escrito, en vez de angostarse en procedimientos de abstracción y abandono.
Sobre Witold Gombrowicz, mayo 2016
Entrevista
de Nicolás Hochman a 80 escritores de todo el mundo, para un futuro libro.
1. ¿Cómo te enteraste de que existía un autor llamado Witold Gombrowicz?
A través
de mi padre, que leyó inicialmente Ferdydurke y me lo pasó como un libro
“difícil y diferente”.
2.
¿Cómo y por qué empezaste a leerlo?
En esa
época yo estaba recién llegado a Buenos Aires y se publicaron varios de sus
libros en Seix Barral, en cada viaje que hacía a Bahía Blanca mi padre me
encargaba uno y yo los leía antes de llevárselos.
3.
¿Qué cambió, con los años, en tu manera de acercarte a su obra?
Valoré y
descubrí (o creí descubrir) una cantidad de cuestiones, como la recurrencia de
menciones y procedimientos de la dialéctica.
Entrevista Fundación TEM, mayo 2016
Publicada con el
título "La lectura es un campo magnético que pone a raya lo prosaico del
lenguaje” en fundacióntem.org, mayo 2016.
Los jueves de mayo y junio, Guillermo Martínez coordina un taller avanzado de cuento. Aquí, algunas características de su propuesta.
También, el modo en que ficción y ensayo pueden combinarse para ampliar los
horizontes de un texto narrativo.
-¿Cuál
es el aporte que puede hacer un taller para la formación de un escritor?
-El de dar un ámbito y una “atmósfera” para leer y discutir con
detalle microscópico sobre sus cuentos, algo a veces difícil de conseguir en
las lecturas de familiares o amigos… La posibilidad del detenimiento, el
análisis, la corrección sucesiva. El aprendizaje a través del reconocimiento en
los errores de otros de los problemas propios del texto. La detección de cuánto
hay de lugar común y cuánto de creatividad en sus textos. El intercambio de
lecturas y la ampliación de estéticas. La apropiación de nuevas herramientas y
procedimientos. Y si todo esto falla, quizá un grupo de nuevos amigos.
-Los escritores suelen tener, al menos al
comienzo de su carrera, oficios y profesiones paralelos. En tu caso fue la
matemática. ¿Configuró esta profesión tu manera de percibir el mundo y de
escribir?
-No en lo esencial: escribo desde los ocho años, terminé mi
primer libro de cuentos a los 19, cuando aún no había decidido cambiarme a
matemática en la universidad. Siempre escribí en forma paralela a mi formación
matemática sin percibir ninguna influencia de una disciplina sobre la otra,
aunque hay analogías en cuanto a los aspectos creativos y discursivos, que desarrollé
en Borges y la matemática. Pero sí me dio la matemática sin duda personajes,
ámbitos y temas que pude luego incorporar a mis novelas (del mismo modo que la
pesca con mosca le dio a Hemingway temas para sus cuentos y metáforas sin que
nadie infiriera que escribía como un pescador.)
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