Publicado en Tradabordo, febrero 2015.
1) Tradabordo. ¿Cuánto hace que escribe y qué lo impulsó a escribir?
1) Tradabordo. ¿Cuánto hace que escribe y qué lo impulsó a escribir?
Guillermo
Martínez. Escribo desde los 7 u 8 años. Era una actividad natural en mi casa,
mi madre era profesora de letras y mi padre era escritor y un gran lector: nos
reunía a los cuatro hermanos una vez a la semana para que escribiéramos un
cuento.
2)
T. ¿Qué clase de lector es?
G.M.
Leí durante toda mi vida, por períodos de manera bastante absorbente), y no
únicamente literatura. Me interesa también la filosofía, la lógica matemática,
algunas ideas científicas. De unos pocos autores he tratado de leerlo todo:
Henry James, Thomas Mann, Lawrence Durrell, Borges, Kafka. Ahora leo de una
manera alternada en lo que llamo para mí el método diagonal de Cantor: un
clásico, un argentino contemporáneo, un libro de filosofía, etcétera.
3) T. ¿Cuáles han sido sus principales fuentes de inspiración llegado el momento de escribir – ya sean del campo literario u otros?
G.M.
En general todas mis historias tienen algún elemento “vital” relacionado con
algo que viví o a lo que asistí como testigo directo, y un elemento que yo
llamo “teórico”, y que tiene que ver con una tradición literaria, con una
discusión de ideas, con una línea que intento reencarnar y proseguir con un
matiz original en mi historia.
4)
T. Cuando escribe, ¿piensa en el « lector »?, si así fuera, ¿quién / cómo /
dónde está?
G.M.
Pienso que aquello que escribo será leído, y por eso trato de volver inteligible
cada uno de los efectos que procuro. Pero este lento devanar de la escritura se
parece más a la forma en que procede un matemático cuando debe exponer el
razonamiento oscuro que tuvo intuitivamente de modo que se convierta en una
prueba evidente para todos. Nunca pienso de una manera “sociológica”: tal o
cual clase de lector. Si no más bien en el lector que soy yo mismo después de
pasado cierto tiempo, cuando puedo mirar sobre mi texto con distancia.
5)
T. Cuando está falto de inspiración, ¿dónde o cómo la encuentra de nuevo?
G.M.
La inspiración llega desde el trabajo, durante la inmersión en el trabajo.
Incluso el trabajo de cada día va moldeando la percepción propia, de manera que
en el mundo en principio indiferente “ahí afuera” uno empieza también a
advertir señales, asentimientos, contraseñas secretas.
6)
T. ¿Nos puede hablar un poco del cuento traducido aquí?
G.M.
Es un cuento que tiene un costado autobiográfico: realmente había una familia
de tenistas en la ciudad donde nací con algunas de las características que
describo, y que eran para mí arquetipos, por lo menos, de mi ideal como
jugador. Extendí entonces esa idea a la posibilidad de una felicidad perfecta,
como si fueran ejemplares exóticos de otra especie. Me interesaba la cantidad
de lugares comunes que están asociados con la idea de felicidad, y la
posibilidad dramática que me daba extender en el tiempo el contraste entre esa
familia perfecta y el deterioro en la propia familia del narrador.
7)
T. ¿Qué impresión le causa saber que su cuento está siendo traducido?
G.M.
Siempre es más difícil para un autor conseguir traducción de sus cuentos.
Varias novelas mías están publicadas en Francia, pero muy pocos cuentos fueron
traducidos al francés, de modo que es una gran alegría para mí que aunque sea
de uno en uno puedan llegar a los lectores allá.
8)
T. ¿Qué opinión le merecen las nuevas tecnologías en lo que a literario se
refiere?
G.M.
Acabo de comprar un e-book y creo que será el fin próximo de mi acumulación de
bibliotecas en papel. Me parece absolutamente perfecto y sólo me intriga que no
se esté imponiendo más rápidamente, como ocurrió cuando las computadoras
reemplazaron a las máquinas de escribir.
9)
T. Si estuviera en el lugar de Rilke, ¿qué consejos le daría a un « joven poeta
/ escritor »?
G.M.
El primer consejo es que lean durante toda su vida. Creo que la lectura, los
infinitos libros, es el gran caldero que hay que revolver. Escribí alguna vez
otros consejos que fueron para mí útiles en distintos momentos, y los reuní en
este “Dodecálogo”.
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