Por Silvina Friera
Los
cuentos de Martínez construyen una atmósfera que arranca al lector de la
aparente seguridad del mundo cotidiano. “Uno crece con cierta sensación de
naturalidad con respecto a determinadas personas que cambian de varias
maneras”, argumenta.
“Lo fantástico debe estar tan cerca de lo real
que uno casi tiene que creerlo”, dice Dostoievski. Los cuentos de Una felicidad
repulsiva (Planeta), el último libro de Guillermo Martínez, podrían dialogar
con esta definición, si se asume que tanto la literatura fantástica como la
realidad suelen ser dos nociones insatisfactorias. Pero más allá de las
etiquetas, estos relatos están unidos por el modo de poner lo real bajo
escrutinio.
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