Prólogo para la edición estadounidense de Borges y la matemática

Borges and Mathematics, Purdue University Press, 2012.
Traducción de Andrea Labinger.
   
  Debo el impulso y la primera idea de este libro a un viaje a los EEUU en el año 2001, y más precisamente, a una invitación durante ese viaje de la profesora Alicia Borinsky para que diera una conferencia en la Universidad de Boston sobre la relación de Borges con la matemática.
   Hasta entonces, y desde la adolescencia, yo había leído a Borges con la intensidad y el deslumbramiento hipnótico que provocan en cualquier aspirante a escritor sus ficciones, pero en aproximaciones sucesivas y parciales, y en dosis cautas, con la fascinación prevenida con que se acerca al imán la limadura de hierro. Quizá por eso, y a pesar de que era yo mismo, mientras lo leía, “un arduo alumno de Pitágoras”, no había prestado nunca demasiada atención a las citas evidentes y ostensibles de nociones matemáticas en sus textos. A primera vista, entremezcladas con otras tantas marcas de erudición y saberes, pueden pasarse fácilmente por alto.
   Sin embargo, apenas empecé a revisar de una manera metódica y en “modo matemático” sus obras completas, apareció en toda su nitidez la curiosidad sostenida, perdurable, intrigada, que tuvo Borges durante toda su vida por esta disciplina, el orgullo por la parte que dominaba, las pequeñas lecciones que impartió en algunos de sus ensayos, sus reseñas y lecturas de libros matemáticos. Baste decir que pude encontrar más de ciento ochenta citas con alusiones matemáticas a lo largo de su obra y una bibliografía efectivamente consultada o citada de cuarenta y cinco libros.  (Esta recopilación puede verse en Citas matemáticas en la obra de Borges y en Bibliografía matemática consultada por Borges). Más allá de este corpus bastante impresionante de citas, lo más interesante y revelador para mí fue descubrir rastros muy claros de ideas matemáticas detrás de varias de sus ficciones, y percibir el modo sutil en que conceptos de matemática se transmutaban y adquirían nueva vida en un contexto de intenciones literarias. Estudiar la apropiación de estas ideas y analizarlas dentro de cada ficción, sin separarlas de esas intenciones literarias, con las facetas y nuevas capas de sentido que agregan, es el propósito fundamental de este libro. Creo que pasar por alto la profusión de huellas matemáticas sería desconocer una parte de los propósitos y los significados deliberados que intentaba Borges, y desmerecer por lo tanto una de las dimensiones de su obra. Pero por otro lado, extremar o enfatizar la atención sobre este aspecto, acudir a las citas con lupas de gran aumento o con un arsenal de herramientas matemáticas demasiado sofisticadas, sería también un error “por exceso”. Traté entonces de hacer un balance siempre cuidadoso en la aproximación: el juego de la interpretación es para mí, sobre todo, un juego de equilibrios.
   Hay también en el Borges ensayista el sello inconfundible de un pensamiento afín a la argumentación lógica y matemática, tanto en procedimientos y elecciones de estilo como en distintas exposiciones de su credo artístico. De esto también quiere dar cuenta el libro.
   Demasiadas veces escuché en mi vida, mientras publicaba mis primeras novelas y mi profesión era todavía la matemática, la pregunta asombrada: ¿Pero cómo… si la literatura y la matemática son mundos tan opuestos? De poco me servía invocar los nombres de Lewis Carroll, de Raymond Queneau, de Stanislaw Lem, de Robert Musil, de Nicanor Parra. La sospecha apenas cedía, como si me refiriera a excepciones exóticas. Los artículos sobre matemática y literatura incluidos en la segunda mitad del libro proponen ejemplos de los lazos entre los dos mundos, las dos culturas, con la intención de mitigar ese escepticismo y mostrar que, efectivamente, tal como dice el mismo Borges, “la imaginación y las matemáticas no se contraponen; se complementan como la cerradura y la llave”.

   Quiero agradecer a Ariel De La Fuente por su interés, su empeño y su aliento para la publicación de este libro en Purdue University Press, y también a mi editor, Charles Watkinson, por sus pacientes diligencias por los derechos de traducción de las citas. Un agradecimiento muy especial para el trabajo magnífico, tan cuidadoso y detallista, de Andrea Labinger en la traducción.

Buenos Aires, mayo de 2012.