Hay un momento inevitable, en una disquisición filosófica, en un contrapunto judicial, en las posibles interpretaciones de un experimento científico, en una discusión acalorada sobre política, en que la razón debe dar “un paso atrás” para revisar sus argumentos, y también, si la discusión es leal, los de la posición opuesta. Ese pasaje -del punto en discusión a la argumentación lógica- no deja de tener algo siempre problemático, porque significa cambiar de algún modo el terreno de la controversia, desde el asunto concreto y particular hacia la cuestión más abstracta y genérica de la justificación, las razones más fuertes o más débiles que pueda esgrimir cada quién de su parte. Por dar un solo ejemplo, si quisiera invalidar “por exageración” la posición de mi rival con una analogía que extremara hasta el absurdo su argumento, él podría replicar que mi analogía no es lo bastante fiel al asunto en disputa, y proponer otra en que su punto de vista quedara más favorecido: muy pronto habríamos abandonado la discusión original por una segunda discusión sobre la validez epistemológica de las analogías.
En Argumentos en una baldosa, Valeria Edelsztein y Claudio Cormick se proponen –y consiguen- algo doblemente extraordinario: por un lado identifican y extraen, de la filosofía y de la ciencia, pero también de algunos de los debates más actuales, el jardín común de senderos que se bifurcan cuando la razón revisa sus propias armas y sigue rigurosamente cada posible disyuntiva. Por otro lado, exponen con claridad maravillosa, y a la manera de Elige tu propia aventura, las encrucijadas del pensamiento, para que el lector se deje convencer alternativamente por una justificación y la opuesta, o llegue a dudar de ambas. Algo más difícil todavía, lo hacen con humor y alusiones a la cultura popular a la manera de guiños, como la evocación de un diálogo de Phoebe (el personaje de Friends) sobre la teoría de la evolución para introducir la cuestión de la validez transitoria y siempre a punto de peligrar de las teorías científicas.