Un
acto de prestidigitación: el desafío intelectual de leer Crímenes imperceptibles
Vanina Gerez. Universidad de Mar del Plata.
Vanina Gerez. Universidad de Mar del Plata.
Mentir con la verdad, con todas las cartas sobre la mesa,
como un acto de ilusionismo con las manos desnudas.
Guillermo Martínez
Posteriormente, sucesivos autores cultivan el género, tanto en su vertiente inglesa como norteamericana: Conan Doyle, Agatha Christie, Jorge Luis Borges. Sin embargo, con el paso del tiempo, las historias comienzan a apartarse de aquella tipología fundacional, optando por nuevas temáticas e introduciendo cambios en la conformación de los personajes y la trama, renovando constantemente un género que, aún hoy, parece no haber agotado sus posibilidades.
En
este sentido, la ruptura de los principales supuestos de la Modernidad influye
en el plano literario y resulta determinante en la innovación que presenta el
género policial. Las nuevas formas de considerar el sujeto, el lenguaje y el
conocimiento de la realidad, entre otras, traen como consecuencia directa
nuevos modelos de obras literarias que se adaptan a la era posmoderna. Así, en
el año 2003, Guillermo Martínez publica una novela que aparenta ser un policial
clásico, pero que en cada una de sus páginas demuestra su afán de
diferenciación. A partir de sus conocimientos científicos, filosóficos y
literarios nos propone un doble desafío intelectual: descubrir al culpable de
los sucesivos crímenes imperceptibles y analizar la obra en su totalidad. Es
por eso que nuestro objetivo será abordar la novela de Martínez desde
diferentes perspectivas que nos permitan demostrar los procedimientos elegidos
por el autor para inscribirse en el género policial de una forma innovadora.
Analizaremos, en primer lugar, el contexto de producción de Crímenes imperceptibles, deteniéndonos
en los ideales de la Posmodernidad que se hacen presentes en la obra. Nos
veremos obligados, posteriormente, a hacer un análisis de los intertextos que
se introducen en la novela para reforzar los supuestos posmodernos y contribuir
a la ruptura de las leyes del género policial instauradas por Poe en sus
inicios. Por último, nos centraremos en dichos puntos de diferenciación,
intentando demostrar que la novela de Martínez puede definirse como innovadora
y precursora de una nueva línea de literatura policial.
El
siglo XIX es considerado un punto clave para la ruptura de los supuestos
creados a lo largo de la Modernidad, sobre todo desde el punto de vista
filosófico, científico, ideológico y estético. La racionalidad que
caracterizaba al sujeto cartesiano, la validez de la ciencia como único medio
de acceso al conocimiento y la idea de verdad absoluta son solo algunos de los
ideales iluministas que caen con los postulados de los considerados “maestros
de la sospecha”, entre los que encontramos a Nietzsche y Wittgenstein, por
citar solo algunos ejemplos. El pensamiento posmoderno puso en tela de juicio
también la lógica binaria moderna, la idea progresista de la historia y hasta
la concepción del lenguaje, generando una crisis epistemológica en todos los
ámbitos del pensamiento. La incertidumbre pasó a ocupar el lugar de la
confianza en una nueva era descreída, que comenzó a sospechar de todo lo que
hasta el momento era incuestionable.
El
campo literario no fue ajeno a estos cambios. Nuevos géneros surgieron bajo la
única premisa de transgredir las leyes rígidas de antaño. Los límites entre
ficción y realidad se vieron resquebrajados, haciendo posible la introducción del
discurso autobiográfico y con él los juegos entre los sujetos sociales y textuales.
Asimismo, la libertad fue cada vez más frecuente en las instancias de
producción y recepción, favoreciendo la diversidad de interpretaciones. En lo
que se refiere al género policial, su finalidad se vio modificada. Mientras que
en sus orígenes pretendía reestablecer el orden social mediante la rigurosa
investigación que conducía a una única solución, el cuestionamiento sobre la
noción de verdad pasó a ser el principal objetivo durante la Posmodernidad. Por
este motivo, el foco pasó a estar puesto en el pensamiento y las acciones de
los personajes, dejando a un lado la resolución del crimen. En palabras de Cid:
Si
bien la novela policial en su génesis se relaciona con la emergencia de la
sociedad de masas en el siglo XIX donde trataba de restablecer el orden y
desenmascarar a los culpables, actualmente (…) pasa a ser una novela que lleva
al lector a cuestionarse sobre lo que es la verdad y los distintos procesos
para su demostración (…) Al escritor no le interesa tanto mostrar cómo se
resuelve el misterio, sino, qué operaciones mentales, lógicas, se realizan por
parte de los personajes.
Como
mencionamos anteriormente, Nietzsche es una de las principales figuras en la
ruptura epistemológica de la Posmodernidad. Su postulado sobre el fin de la
historia se relaciona directamente con el cuestionamiento de la noción de
verdad absoluta. Para dicho pensador, es imposible una reconstrucción fáctica
de los hechos históricos dado que existen espacios en blanco que requieren de
la interpretación para ser completados. Tal reconstrucción implica perspectivas
particulares que ponen en tela de juicio la verdad objetiva, inalcanzable para Nietzsche
(Sperling 2014: 36) De esta forma, podría afirmarse que es factible que existan
tantas verdades como puntos de vista puesto que la subjetividad se ve implicada
en el conocimiento.
Ahora
bien, ¿de qué forma se relacionan estos postulados con la novela de Guillermo
Martínez? Crímenes imperceptibles narra
la historia de dos matemáticos que deben resolver un enigma que conjuga
crímenes con símbolos de una serie lógica. Para ello, se valen de sus
conocimientos con el objetivo de llegar a la solución, encontrar al culpable de
los asesinatos y detener así la cadena de muertes. En este primer acercamiento
a la novela, nada parecería alejarse mucho de la trama de cualquier novela
policial si no fuera por el hecho de que, como mencionamos anteriormente, la
Verdad está puesta en duda en el contexto en que se produce y desarrolla la
obra. Mientras que los detectives clásicos, liderados por Dupin, utilizaban su
capacidad analítica y deductiva para llegar a la solución que resolvía el
enigma, nuestros dos matemáticos se enfrentan a una tarea más compleja dado que
pueden hallar una respuesta, pero esta no será la única, sino solo una posible
resolución: “Pero no había nada como la
solución, pensé. Eso era lo que podía ser más desesperante” (Martínez 2003b: 39)
comenta el narrador, quien incluso hacia el final sigue dudando de su
conocimiento de los hechos, retomando la idea no solo de la existencia de una
verdad absoluta, o de una solución única, sino también del acceso al
conocimiento de la misma: “Me pregunté qué parte sabía finalmente de toda la
verdad.” (Martínez 2003b: 194)
En
este sentido, otro de los supuestos modernos se ve alterado: la lógica binaria
propia del conocimiento científico que establecía polos opuestos. Así, un
término tenía valor de verdad y se consideraba positivo, mientras que el otro
era negativo por su valor de falsedad. Sin embargo, al ser inalcanzable la
verdad absoluta, todos los términos pueden ser posibles en tanto sean
justificables. Esto hace interesante al desarrollo de la novela ya que la serie
de símbolos que se propone como enigma cuenta con múltiples resoluciones. Seldom
es el encargado de advertir a los distintos personajes de la imposibilidad de
llegar a una única solución correcta, relacionando este hecho con el concepto
de verdad antes analizado: “Estábamos recordando la metáfora geométrica de
Nicolás de Cusa, la verdad como una circunferencia y los intentos humanos por
alcanzarla como una sucesión de polígonos inscriptos, con más lados cada vez,
aproximándose en el límite a la forma circular” de la misma forma en que, como afirma
seguidamente, “los términos conocidos de una serie, cualquier cantidad de
términos, podrían ser siempre insuficientes.” (Martínez 2003b: 142)
En
esta última cita puede observarse cómo el discurso matemático se hace presente
en la novela. No solo los protagonistas, que propician como detectives, se
relacionan con esta disciplina, sino que a lo largo de la obra es posible
marcar distintos intertextos correspondientes al campo de estudio de la lógica
y la matemática. Puede resultar llamativo el hecho de que una ciencia
reconocida por su objetividad, considerada exponente del plano científico
moderno y de la racionalidad forme parte de una novela en la que, como
dijimos, existen desplazamientos propios de la Posmodernidad. Sin embargo, este
es uno de los tantos actos de prestidigitación que realiza Martínez en su
historia. Si bien la matemática podría ser considerada incuestionable, los
propios personajes que se relacionan con ese campo de estudio se encargan de
transformarla en una ciencia “sospechosa”; basta con analizar las fuentes que
Seldom y el narrador citan como autoridades para justificar este hecho.
Como
lo resalta una gran cantidad de teóricos, los elementos matemáticos se insertan
en la obra como si se tratara de ficciones. Incluso alguien ajeno al campo
científico y lógico, que ignorase por completo los nombres de los intelectuales
que participan de la novela, podría creer que se trata de teorías puramente
ficticias. Sin embargo, no podemos olvidar que el autor de Crímenes imperceptibles no solo es reconocido en el plano
literario, sino que también cuenta con un Doctorado en Ciencias Matemáticas. Su
obra Borges y la matemática conjuga
perfectamente sus dos ámbitos profesionales. Como afirma Elena Quiroga, los
conocimientos de Martínez como sujeto social son trasladados a los sujetos
textuales que llevan a cabo la investigación, guiados por sus saberes lógicos y
matemáticos. Por lo tanto, los intertextos adquieren importancia dentro de la
historia al provenir de una fuente autorizada para utilizarlos. Uno de ellos, al que recurre Martínez para
la construcción de los personajes y la trama es Gödel. Seldom, a quien podemos
considerar el maestro matemático que representa el nivel superior de
conocimiento lógico, lo nombra en reiteradas oportunidades para analizar los
crímenes y la serie de signos:
Hay una
diferencia entre la verdad y la parte de verdad que puede demostrarse: ese es
en realidad un corolario de Tarski sobre el teorema de Gödel -dijo Seldom- (…)
Lo que llamamos, en una palabra, el método axiomático, puede ser a veces tan
insuficiente como los criterios precarios de aproximación de la justicia (…)
Gödel mostró que aun en los niveles más elementales de la aritmética hay
enunciados que no pueden ser ni demostrados ni refutados a partir de los
axiomas, que están más allá del alcance de estos mecanismos formales (Martínez
2003b: 57)
Gödel, matemático de gran influencia en
el pensamiento científico y filosófico de su tiempo, es reconocido por su teorema
de incompletitud, al que hace referencia el fragmento antes citado. Lo que
postula este intelectual es que existen afirmaciones dentro de todo sistema
teórico que no pueden ser explicadas mediante los axiomas de la propia teoría
en cuestión. Dicho de otra forma, para Gödel, todo sistema compuesto por un
número finito de axiomas presenta, en algún momento, paradojas que requerirían
nuevos axiomas, por lo que se deduce que todo sistema teórico es incompleto y,
por lo tanto, inconsistente al no poder dar respuestas a todos los problemas que
se le presentan. La gran ruptura que sugiere este matemático se relaciona con
la utopía moderna de que el conocimiento racional, a partir del desarrollo
científico, podría alcanzar una verdad absoluta que permitiera comprender la
totalidad de la naturaleza. Al demostrar la imposibilidad de dicho ideal, Gödel
rompe con la pretensión del conocimiento absoluto y establece límites para la
ciencia y la propia matemática, a la que él mismo se abocaba. Como lo resume
Careaga, “en pocas palabras, lo que el teorema de Gödel parece afirmar en
términos muy generales es que el conocimiento racional nunca podrá penetrar
hasta el final y alcanzar la verdad última y definitiva del universo” (11)
Este
primer acercamiento al campo de la matemática es de gran importancia para
entender la construcción del personaje de Seldom y de la trama en su totalidad.
Mientras que podría suponerse que el pensamiento lógico y matemático será
utilizado para llegar a la resolución del enigma, la búsqueda de la verdad se
ve atravesada por un teorema que demuestra, justamente, que no puede accederse
a ella de forma absoluta y que, incluso, es posible que la solución que se
obtenga no sea la correcta o, por lo menos, la única posible. Este hecho
instaura una nueva forma de avanzar en el relato. Como afirma Quiroga, ya que
solo es posible acceder a una parte de la verdad, el relato no avanzará mediante
la resolución progresiva de incógnitas, sino que
la investigación
progresa por la vía de la indefinición y la ambigüedad (…) La conjetura es en la
obra el método para acercarse a la verdad. Hay crímenes, pero el foco no está
puesto en ellos sino en las conjeturas que se tejen alrededor, en las versiones
y suposiciones que explican en forma verosímil, la sucesión de muertes (8)
Es decir, que existen indicios, pero no
pruebas materiales que confirmen lo ocurrido de forma certera; las
observaciones y opiniones de los personajes apuntan a presentar conjeturas de
lo ocurrido intentando acercarse a la verdad, pero sabiendo que solo pueden
acceder a una parte de ella ya que la realidad es impenetrable en su totalidad
mediante el conocimiento racional porque nada puede ser completamente
demostrado o refutado, según lo propuesto por Gödel.
Esta
falta de certezas entre lo realmente ocurrido y lo demostrable es reforzada con
otro intertexto proveniente del campo científico, en este caso de la física
cuántica. Para Heisenberg, siguiendo su principio de incertidumbre, el
conocimiento de la verdad es imposible porque la realidad siempre oculta algo,
es imprevisible por sus cuotas de azar, probabilidad y casualidad. La idea de
las paradojas y los hechos que son inexplicables vuelve a aparecer cuando el
narrador comenta:
Sarah me habló
por primera vez sobre el principio de incertidumbre en la física cuántica (…)
Las fórmulas claras y prolijas que rigen los fenómenos físicos en gran escala
(…) ya no tienen validez en el mundo de lo subatómico de lo infinitamente
pequeño, donde todo es muchísimo más complejo y aparecen incluso, otra vez,
paradojas lógicas. (Martínez 2003b: 59)
El azar es un elemento fundamental en Crímenes imperceptibles. Desde el título
hasta el final en el que Seldom explica al narrador lo sucedido, se juega con
la idea de que los asesinatos sean realmente crímenes o se trate solo de
muertes naturales. El principio de Heisenberg llega a un punto tal que nos
permite dudar de los hechos que resultan centrales en toda novela policial,
como lo son los delitos cometidos por un supuesto culpable. Habrá que esperar
hasta la confesión de Seldom para descubrir que, en realidad, en su plan el
azar ha ocupado un lugar de privilegio ya que solo la primera muerte ha sido
cometida intencionalmente, mientras que las dos siguientes no fueron
premeditadas. De la misma forma, los motivos del supuesto desafío intelectual
planteado a Seldom se invierten en el doble final presentado por Martínez:
mientras que en un primer momento se infiere que todo ha sido un plan en su
contra, finalmente resulta ser que él mismo ha ideado la serie para salvar a
Beth de la condena por matar a Mrs. Eagleton, y que la joven es su hija, dato que
permanece oculto a lo largo de toda la historia. En resumen, como plantea Lojo,
dos lógicas se encuentras fusionadas en la novela: la de la matemática y la
perteneciente al ámbito de lo real. La primera representaría las claras
demostraciones si no fuera por el hecho de que, para su construcción, se
utilizan Gödel y Heisenberg. Aquí entra a jugar la realidad dado que ambos
teóricos se apartan de la veracidad moderna incuestionable de sus ciencias para
acercarse más al análisis del mundo real, a partir de la incertidumbre y lo
inexplicable. Como afirma Seldom, al citar la tercera fuente científica en la
novela, podría decirse que los científicos modernos se guiaban “por el
principio de la navaja de Ockham: (…) prefieren siempre las hipótesis simples a
las más complicadas” pero “la realidad suele ser naturalmente complicada.”
(Martínez 2003b: 63) Queda clara entonces la postura tomada por ambos
protagonistas, alejados de la concepción más antigua de la matemática y la
ciencia, cercanos a la dificultad e imposibilidad de entender la realidad en su
totalidad.
Otro
de los intertextos que se hace presente en la novela, y que mencionamos
anteriormente como referente del pensamiento posmoderno, es Wittgenstein. Su
sistema filosófico parte de la paradoja de las reglas finitas y la
imposibilidad de establecer una regla unívoca dentro de una sucesión. En otras
palabras, el método deductivo y, nuevamente, la concepción de la verdad
absoluta son cuestionados por dicho filósofo ya que existen múltiples
respuestas a un mismo problema. Asimismo, plantea que el lenguaje tiene
límites; hay hechos que pueden ser mostrados pero no dichos dado que el propio
lenguaje no remite a las cosas directamente, sino que cada signo adquiere un
sentido en relación al contexto en el que aparece. Desarrolla, siguiendo esta
línea, su idea de los juegos del lenguaje. Como explica Carpio, “como sucede
con los juegos en general, donde la función de cada pieza o movimiento resulta
del juego en el que aparecen, así en el lenguaje la función de los signos
resulta del contexto dentro del cual aparecen, el cual tan solo permite determinar
el sentido de los mismos” (197)
Estos
postulados ejercen una gran influencia en la construcción de Crímenes imperceptibles. Lo que en la
novela es llamada “la lógica oculta detrás de los crímenes en serie” hace
referencia a esa sucesión de símbolos que se presenta como desafío intelectual,
en primer lugar dirigido a Seldom y, posteriormente, al narrador y al lector.
Dar un sentido a cada símbolo lógico y encontrar el siguiente se convierte en
el hecho que mantiene en suspenso la trama. Desde la aparición del círculo, la
influencia del contexto en la significación de los signos desarrollada por
Wittgenstein es mencionada por Seldom:
Es en todo caso
una manera ingeniosa de iniciar una serie: con un símbolo de máxima
indeterminación al principio, de modo que estemos casi a ciegas sobre la
posible continuación (…) Yo vi antes que nada un círculo, posiblemente por mi formación
matemática. Pero podría ser el símbolo de algún esoterismo, o de una religión
antigua, o algo completamente distinto. Una astróloga hubiera visto
posiblemente una luna llena, y su dibujante, el óvalo de una cara. (Martínez
2003b: 32)
Las reglas finitas y la multiplicidad de
sucesiones posibles a una serie también obtienen un papel importante, en la
cita anterior y en la totalidad de la novela. El hecho de que cada signo pueda
leerse de una forma distinta según el punto de vista desde el cual se lo mire
tiene consecuencias directas sobre la sucesión puesto que existirán tantas
posibles continuaciones como percepciones. Por lo tanto, los personajes que actúan
como detectives no solo deben resolver el problema de hallar el símbolo
siguiente, sino que antes deben determinar la connotación de los primeros; dar
un sentido es el paso anterior a plantear potenciales soluciones. En este punto,
el acertijo se convierte en un verdadero desafío intelectual: “Fíjese que
estamos razonando todo el tiempo sobre significados que asignamos –casi
automáticamente- a lo que son en principio, solamente dibujos, líneas sobre el
papel. Esta es la pequeña malicia de la serie: que resulta difícil despegar a
estas tres figuras de su interpretación más obvia e inmediata.” (Martínez
2003b: 39)
Este
hecho otorga cierta imprevisibilidad a los crímenes ya que los personajes
pueden cargarlos de significado a partir de sus matrices de pensamiento, pero
el mismo puede no corresponderse con el pensado por el creador de la serie. Se
plantea, en este punto, la dicotomía entre LA solución y UNA posible
resolución, correspondiendo la primera a la pensada por el asesino que da
inicio al acertijo y la segunda a las planteadas por cada uno de los personajes
desde el contexto en el que se mueven habitualmente. Por lo tanto, y fusionando
las ideas de todos los teóricos mencionados hasta el momento como intertextos
dentro de la novela de Martínez, se puede aspirar a resolver un crimen, y creer
que ha sido resuelto, pero aun así no existe la certeza de haberlo hecho de
forma correcta, entendiendo esta como la pensada por el asesino. En Crímenes esta idea es planteada bajo la
idea del crimen perfecto que, como afirma Seldom, “no es el que queda sin
resolver sino el que se resuelve con un culpable equivocado.” (Martínez 2003b: 111)
Este
último punto analizado nos lleva a analizar un último intertexto que, si bien
no se menciona de forma explícita en la novela como todos los presentados hasta
el momento, es notorio en la construcción de la obra de Martínez. Así como la
matemática forma parte de la vida del autor, Jorge Luis Borges es un nombre que
puede considerarse determinante dentro de la formación literaria de Guillermo
Martínez. Como mencionamos al comienzo de este trabajo, Borges y la matemática es el título de uno de los libros que forman
parte de la extensa obra del autor de Crímenes
imperceptibles, quien en reiteradas oportunidades se ha encargado de
sentenciar que es un gran admirador del autor de Ficciones. La idea de las series lógicas y los crímenes en serie se
hace presente en un cuento de Borges que también pertenece al género policial:
“La muerte y la brújula”. En él, Lönnrot es el detective que debe utilizar sus
conocimientos para resolver el desafío intelectual que le propone Scharlach. A
partir de su erudición, construye un mapa en el que cada muerte se relaciona
con los puntos cardinales, siendo el sur el que corresponde con su propio
asesinato en manos de su enemigo. Al igual que en la novela de Martínez, se
propone una serie de cuatro elementos que debe ser resuelta, el azar es un
elemento importante en la consecución de la trama, existen dos detectives que
se oponen dado que actúan a partir de dos ámbitos distintos (Seldom y Lönnrot
desde lo intelectual; Petersen y
Trevinarus a partir de lo material) y el personaje que actúa como detective
central termina siendo víctima de su propio caso. Podemos afirmar entonces que
ambos autores, Borges y Martínez, se inscriben en una corriente innovadora del
policial al introducir la lógica de los crímenes en serie y, en el caso del
segundo autor, optar por el discurso de la matemática para construir su obra.
Podemos proceder, por lo tanto, a mencionar los dichos puntos de diferenciación
entre el policial clásico de Poe y la ruptura que significa Crímenes imperceptibles.
A
partir de la escritura de “Los crímenes de la calle Morgue”, el género policial
estuvo signado por ciertas bases constitutivas que se hacían presentes en todos
los relatos inscriptos en dicho género. Según la definición de Rest,
La narrativa
detectivesca expone un hecho delictivo –preferentemente un asesinato
misterioso- en torno del cual se desenvuelve una investigación policial; en el
relato suele haber, además de la víctima, un detective (casi siempre amateur),
un asesino cuya identidad no llega a descubrirse hasta el desenlace y un
conjunto de personajes adicionales cuya intervención en los sucesos permite
multiplicar pistas y sospechosos. Hay, pues, dos figuras “sobrehumanas” –el
detective y el asesino- que libran una lucha a muerte (…) La construcción de la
historia en su totalidad tiende a ser concebida con el desenlace revelador.
Distintos puntos de divergencia pueden
marcarse entre la definición citada y la novela de Guillermo Martínez.
Empezaremos por el que consideramos central: el hecho delictivo alrededor del
cual se teje el relato. Si bien es el asesinato a Mrs. Eagleton el crimen que
da inicio a la historia detectivesca, la obra en su totalidad no tiene como
principal objetivo descubrir al asesino, sino que la muerte pasa a estar en un
segundo plano con la aparición de las serie de signos lógicos. La investigación
típica del policial para encontrar al culpable de los delitos cometidos, que en
este caso serían las cuatro muertes que acontecen, es reemplazada por el desafío
intelectual que debe ser resuelto como si se tratara de un problema matemático,
explotando la incorporación de este discurso a la trama de la novela. En
relación al hecho central de la detectivesca, Rest sostiene que toda la
historia está construida en base al desenlace revelador. Nuevamente, este
precepto presenta una ruptura en la novela de Martínez ya que, al ponerse en
duda la noción de verdad absoluta y la existencia una única solución, el
desenlace puede presentar distintas respuestas al enigma e incluso no alcanzar
su resolución efectiva. Por lo tanto, podemos afirmar que la nueva novela
policial no se propone dar con el culpable, sino acercarse a él y a su
entramado de pensamiento en el mayor grado posible.
Los
personajes típicos de la novela policial clásica son trastocados en la nueva
línea desarrollada por autores como Borges y Martínez. En Crímenes, el detective deja de ser esa figura sobrehumana que
utiliza su inteligencia suprema para hallar la solución, justamente porque es
imposible llegar a ella. Por el contrario, si bien es el personaje que más se
acerca a la resolución del enigma por sus saberes científicos,
lógico-matemáticos en el caso específico de Seldom, se convierte en víctima de
los sucesos. Hacia el final, no se considerará el héroe de la narración, sino
que un desenlace trágico lo estará esperando: “Solo quería evitar que ella
fuera a prisión y ahora llevo once muertos sobre mí” (Martínez 2003b: 190) afirma
Seldom hacia el final de la novela. En este sentido, también se diferencia de
los detectives inscriptos en la tradición de Dupin ya que forma parte del
propio enigma que debe resolver, apartándose de la exclusiva tarea de observar
y analizar. En la novela de Martínez, si bien Beth es la autora material del
asesinato que da inicio a la trama, no es ella la creadora intelectual del
enigma de los símbolos lógicos, sino que es el propio Seldom quien propone el
desafío que, en un primer momento, él debe resolver. Por lo tanto, no solo Crímenes se diferencia por presentar
culpables distintos al hecho material e intelectual, sino que también por el
acercamiento del detective a los delitos cometidos. En lo que respecta al resto
de los personajes, pese a que pueden considerarse sospechosos como profesa la
definición de Rest su función en la novela es mucho más compleja ya que sirven
a la creación de conjeturas, hecho en el que nos detendremos más adelante.
El
narrador de la novela merece un análisis detenido. En las primeras páginas de
este trabajo mencionamos que el discurso autobiográfico había sido incorporado
en el campo literario con las rupturas presentadas por la Posmodernidad. Crímenes imperceptibles no es ajena a
este suceso y explota al máximo las posibilidades de este juego entre realidad
y ficción a partir de la relación entre sujeto social y textual. Por un lado,
su Doctorado en matemática sirve al autor para crear una trama alrededor de la
lógica y también para citar con autoridad las distintas fuentes que conforman
el pensamiento de los protagonistas y a partir de las cuales se confeccionan
las diferentes teorías sobre los hechos. Por otra parte, el narrador presenta
características similares a las que conforman la novela de Martínez, pudiendo
ser esta una estrategia del propio autor para construir la verosimilitud de su obra.
El joven matemático viaja a Oxford por una beca de postgrado para
especializarse en Lógica tras haber terminado sus estudios universitarios en
Buenos Aires. Asimismo, datos verídicos del contexto son incorporados, como la
realización del Congreso de Álgebra. La propia trayectoria literaria del autor
también tiene influencia en la construcción de Crímenes imperceptibles. Ya en su obra Acerca de Roderer, Seldom aparece como personaje y presenta las
mismas características que en nuestra novela en cuestión: “Se trataba, por
supuesto, del gran Teorema de Seldom, que estaba conmocionando al mundo de las
matemáticas, el resultado más profundo que daba la lógica desde los teoremas de
Gödel.” (Martínez 2012a: 82) Por lo tanto, retomando la línea de las diferenciaciones
entre el policial clásico y la novela de Martínez, el típico narrador
omnisciente es reemplazado por la primera persona que, además, establece una
gran cantidad de semejanzas con el autor.
Al
modificarse la finalidad de la novela policial, es decir, la construcción de la
historia centrada en el final revelador, el desarrollo de la trama también se
ve sometido a cambios. Mientras que en la tradición policial existía un despeje
progresivo de incógnitas que nos iban acercando, lentamente, a la solución del
enigma, la novela de Martínez presenta la conjetura como la forma de hacer
avanzar el relato. Al ser un desafío intelectual el que se propone para
resolver y no haber pistas o indicios materiales que se sometan a un análisis
para luego culpar a alguien de ser el asesino, el relato avanza a partir de las
propuestas que los distintos personajes realizan sobre el posible significado
de los símbolos lógicos. La multiplicidad de significados que pueden atribuirse
a los dibujos que aparecen tras cada muerte y la diversidad de puntos de vista
que existen gracias a los distintos contextos de los que forman parte los
personajes, permite que exista una amplia variedad de conjeturas alrededor de
un mismo hecho. En este sentido, se compara la resolución del enigma con el desarrollo
de un teorema lógico. Seldom pregunta al narrador “¿Qué es la investigación criminal
sino nuestro juego de siempre de imaginar conjeturas, explicaciones posibles
que se amolden a los hechos, y tratar de demostrarlas?” (Martínez 2003b: 62),
idea reforzada posteriormente por el mismo personaje al afirmar: “hay una
analogía teórica, sí, entre la matemática y la criminalística: como dijo
Petersen, ambos hacemos conjeturas.” (Martínez 2003b: 97) Esta nueva forma de
pensar el enigma deja a un lado el razonamiento lógico y el método deductivo
para dar paso a la opinión, no solo de un detective sobrehumano, sino de todos
los personajes que crean que tienen una posible respuesta justificable.
Si
bien mencionamos que los asesinatos propiamente dichos pasan a ocupar un
segundo plano ante la existencia de la serie lógica, hay un aspecto que
concierne a ellos que no puede dejar de mencionarse en función del afán de
diferenciación de Martínez. A los asesinatos premeditados se opone la cadena de
muertes naturales que se hace presente en Crímenes
imperceptibles. Como comentan Seldom y el narrador, esos crímenes que no
son crímenes solo revelan su verdadera naturaleza hacia el final de la obra,
donde todo es explicado por el gran matemático. La casualidad reemplaza a los
crímenes causados intencionalmente en los policiales clásicos; el azar se
apodera de un terreno que antes era gobernado por la cuidadosa confección de
los delitos y el encubrimiento del culpable. Ante esto, surge otro hecho en la
novela de Martínez: los detalles mencionados a lo largo de todo el relato, que
pueden pasar desapercibidos en un principio, pero que resultan significativos
al llegar al final. La teoría del iceberg es representada en su máxima
expresión por un autor que nos ofrece una historia que funciona como cortina de
humo para su acto de prestidigitación: mientras que intentamos resolver el
acertijo de los símbolos, otra historia se oculta por debajo de lo visible y se
revela en su totalidad recién en el final, pero tras habernos provisto de
pistas constantemente. Dos estructuras lógicas paralelas, como el propio
Martínez lo define, siendo la primera la que se esgrime ante nuestros ojos y la
segunda aquella que es entendida a partir del final, pero que convive desde el
principio con la primera y es disimulada en la trama. A partir de la
explicación de Seldom al final se entiende, por ejemplo, la aparición del angstum en reiteradas oportunidades, así
como distintos comentarios que en una primera lectura pueden pasar desapercibidos:
“Seguramente la cría cayó de la bolsa y la madre saltó detrás para protegerla.
El angstum hace todo por salvar a su
cría” (Martínez 2003b: 116) De esta forma, la construcción de la novela para a
ser un acto de magia, como los de René Lavand, en el que el escritor se
transforma en ilusionista y nos sugiere la solución del enigma en reiteradas
oportunidades y de forma clara, mientras que desvía nuestra atención para que
no descubramos su truco.
La
incorporación del famoso mago nos permite introducirnos en un último punto al
que queremos hacer referencia, como lo es la autorreferencialidad. Hemos
analizado en detalle la forma en que distintas fuentes del campo científico y
filosófico se hacen presentes en la novela para contribuir a la construcción de
la trama y los personajes; este es el caso de Gödel, Heisenberg y Wittgenstein.
Pero así como se hace referencia a ellos, en la novela existen alusiones al
propio género policial. En primer lugar hay que mencionar que a Seldom, en el
plano ficticio, se le atribuye la autoría de un libro sobre series lógicas y
crímenes. A lo largo de la novela podemos llegar a suponer que el autor
intelectual del enigma de los símbolos ha sido lector del libro de Seldom y,
específicamente, del capítulo que corresponde a la lógica de las novelas
policiales en relación con la matemática. Como afirma el propio personaje:
“Durante el lanzamiento mis editores consiguieron que se publicara como
anticipo en el Oxford Times justamente
el capítulo sobre los crímenes en serie. Muchos creyeron que se trataba de una
nueva forma de novela policial.” (Martínez 2003b: 92) ¿Será acaso que el propio
Martínez, en un nuevo acto de prestidigitación, utiliza la figura de Seldom
como autor para reflejar su objetivo de innovar en el género con la publicación
de Crímenes imperceptibles? Lo cierto
es que la obra de Martínez hace referencia a sí de distintas forma, analizando
la configuración de todo relato perteneciente al género policial clásico,
comparando la investigación de la criminalística con la matemática y
describiendo los procedimientos de investigación y comparándolos con la
matemática, e incluso planteando una nueva posibilidad de crímenes en relación
con las series lógicas, a partir de la novela de Seldom y llegando a la propia
novela de Martínez.
Siendo
la pregunta por la innovación en el género la que nos hicimos desde un comienzo
en este trabajo, nos basta con recurrir a un artículo del propio Martínez para
hallar una respuesta. En “Leyes y transgresiones de la novela policial”, el
autor de Crímenes imperceptibles retoma
las bases propuestas por Borges para analizarlas en profundidad y luego agregar
leyes en función de lo que él cree necesario para innovar en el género. Podemos
afirmar, tras la lectura de la primera parte del artículo, que Martínez se
inscribe en la línea propuesta por Borges ya que su novela presenta, entre
otras cosas, una serie de pistas ofrecidas al lector de forma clara para que
resuelva el enigma por sus propios medios, una solución que se infiere de las
pistas dadas, un crimen que pasa a ocupar un segundo plano en el relato y una
“verdad subterránea que ilumina todo lo leído de otra manera.” (Martínez 2009)
Asimismo, observando ahora la segunda parte del artículo en la que Martínez
plantea sus propias leyes para el género policial podemos mencionar que Crímenes se adecúa al tipo de novela que
Martínez denomina transgresora de la tradición ya que viola las leyes clásicas
de una forma creativa y sorpresiva. Es gracias a este apartamiento de las
normas que el género policial, según Borges, no agota aún hoy sus posibilidades
y continúa captando la atención de los lectores. En palabras de Martínez, “Hay
en el género policial una tensión y un desafío extraordinario entre lo que
efectivamente ya está dicho, en la retórica acumulada en miles de novelas, y
aquello que todavía puede decirse, en el filo de las reglas.” (Martínez 2009)
Puede concluirse entonces que, tanto Borges como Martínez, son propulsores de
una nueva retórica que puede observarse ya en “La muerte y la brújula” y aún
más explotada en Crímenes imperceptibles.
Planteamos
al comienzo del trabajo que tres puntos eran los que nos interesaban y en los
cuales nos íbamos a centrar para analizar nuestra novela en cuestión. En primer
lugar, hicimos referencia al contexto de producción de la obra de Martínez y la
forma en la que los supuestos de la posmodernidad se veían reflejados en ella.
Observamos entonces cómo la idea de la verdad absoluta era derribada y el
consecuente cuestionamiento de la historia, la racionalidad y la ciencia.
Citamos a Nietzsche y Wittgenstein como ejemplos de la incertidumbre
característica de la nueva época, y hablamos también de los cambios suscitados
en el campo literario y en el terreno del género policial específicamente.
Concluimos que la existencia de una solución única al enigma propuesto en los
relatos pertenecientes a dicho género había sido reemplazada por la
multiplicidad de respuestas a un mismo problema y que, por lo tanto, la
herencia proveniente de Poe había sido sometida a cambios radicales.
En
este sentido, nos detuvimos a observar la forma en la que los supuestos de la
Posmodernidad se hacían presentes en la novela y contribuían a la ruptura del
género policial antes mencionada. Analizamos entonces los intertextos presentes
en la obra, marcando que habían sido elegidos por el autor para representar la
falta de certezas en el terreno propio de la ciencia. Los postulados de Gödel y
Heisenberg se relacionaban con la incertidumbre y la imposibilidad de conocer
la realidad en su totalidad a través de la pura racionalidad y el método
científico moderno, poniendo en duda la misma ciencia. Explicamos entonces que
la matemática no funcionaba dentro de la obra como la ciencia incuestionable
que había sido en la Modernidad, sino como el campo de estudio que posibilitaba
la existencia de múltiples probabilidades; en otras palabras, contribuía a la
caída de la verdad absoluta y la aparición de la diversidad de respuestas
igualmente probables ante un mismo problema. Asimismo, potenciaba la necesidad
de introducir cambios en el género policial ya que el detective no podía seguir
siendo un ser sobrenatural que utilizaba su conocimiento para llegar a LA
solución, por el simple hecho de que la misma no existe. Nos referimos
posteriormente a Wittgenstein y su postulado sobre los juegos del lenguaje en
relación a serie de símbolos lógicos presente en la novela de Martínez y la
forma en la que es posible cargar de significado a dichos símbolos. Por último
nos centramos en el terreno literario de intertextos, comparando Crímenes con el famoso cuento de Borges,
“La muerte y la brújula”, y también mencionando la existencia de cierta
autorreferencialidad en la novela para analizar la morfología del género
policial. Concluimos, en este apartado, que lo matemático, lo filosófico y
hasta lo policial son presentados como ficciones dentro de la obra y atraviesan
a los propios personajes y la trama, poniendo en práctica los mismos postulados
que plantean.
Por
último, presentamos detenidamente cada uno de los puntos de diferenciación que
alejan la novela de Martínez de la tradición policial nacida con Poe. La
centralidad de la resolución del enigma matemático, el segundo plano que ocupa
la cadena de muertas, la multiplicidad de soluciones, el doble final y la ruptura
de la condición sobrehumana del detective son solo algunos ejemplos de los
desplazamientos que presenta nuestra novela en cuestión respecto de los
postulados clásicos. Concluimos entonces que Crímenes imperceptibles se aparta de la tipología fundacional del
género policial para introducir cambios en los personajes y la trama,
contribuyendo a la innovación y la pervivencia del género. Esta innovación se
adapta perfectamente a la era posmoderna, sus supuestos, y los nuevos modelos
literarios que surgen en ella. El discurso autobiográfico, científico y
filosófico es introducido en la novela en forma de ficción y ayuda a construir
una trama y personajes alejados de la línea clásica proveniente de Edgar Allan
Poe. Como se permite hacerlo Borges en “La muerte y la brújula”, Guillermo
Martínez despliega todo su conocimiento matemático y lo utiliza para fusionar
crímenes y enigmas lógicos. Al igual que su personaje, Seldom, la serie de
símbolos nos permite adentrarnos en una nueva novela policial, donde el foco deja
de estar puesto sobre la cadena de asesinatos e ilumina ahora el desafío
intelectual que debe ser resuelto. Como un mago que se esconde tras su cortina
de humo, el autor de Crímenes nos
engaña una y otra vez: ofreciéndonos las pistas para llegar a la solución del
enigma mientras desvía nuestra atención la serie de símbolos lógicos;
presentándonos una novela que parece inscribirse en la línea clásica del
policial, pero que no se propone otra cosa más que ser innovadora. Como el
propio Martínez confiesa:
Quería que la
forma de analizar los hechos estuviera penetrada por la práctica matemática y
que el “modo de ver” representara algo nuevo con respecto a esa otra serie
cuyos términos más obvios son Dupin, Holmes, Poirot (…) En cuanto a la trama,
quería hacer una novela policial aparentemente clásica que fuera a la vez un
acto de prestidigitación con todas las cartas a la vista. (Martínez 2003c)
Y en eso se convierte Martínez, en un
ilusionista que no nos revela su truco hasta el final, pero que desde el comienzo
nos atrapa con su espectáculo. Porque Crímenes
imperceptibles, desde su creación hasta su lectura, es un verdadero desafío
intelectual que su autor ha sabido construir a la perfección y que nosotros,
lectores, intentamos constantemente resolver.
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