Algunos
elementos para una lectura de Crímenes imperceptibles y La muerte lenta de Luciana B. de Guillermo Martínez
Huelga recordar que la coyuntura particular a la que han sido sometidos varios países latinoamericanos a
finales del Siglo XX y principios del siglo XXI ha ido modificando los cánones
y parámetros de la ficción, y en particular, de un género peculiar de ficción: el
policial. En efecto, tras la oleada de dictaduras de los años 70, con su
retahíla de crímenes políticos y rachas de violencia estatal que han dado pie a
estudios sobre la lógica o la locura de los asesinos, las crisis económicas y
sociales de principios del siglo XXI han acarreado una violencia vinculada con
el narcotráfico en la que interfieren a veces restos de guerrilla. Aunque pone
en escena a otros tipos de actores, tiene un punto en común con la primera: su
escala, el número de víctimas y muertes que provoca. Una de las consecuencias
literarias de tal fenómeno referencial ha sido la aparición de novelas
neopoliciales, novelas negras, etc. donde descripciones del horror
materializado por un sinnúmero de cadáveres y cuerpos descuartizados, han ido sustituyendo
el análisis riguroso y racional, el juego intelectual con filigrana moral que
constituía parte del éxito del género policial tradicional.
Sumida
en una situación sin precedente por el derrumbe económico y social del 2001, la
Argentina ha dado a luz a escritores y artistas que, descreídos de las
soluciones estatales o nacionales, han dado rienda suelta a su desilusión,
interesándose por situaciones particulares, microcosmos psicológicos o destinos
individuales, sueños y frustraciones de gente común, como si sólo a este nivel
pudieran elaborarse soluciones viables: el cine de Sorín, o de Daniel Burman,
el género policial, a través de la obra de Guillermo Martínez plasman estos
nuevos rumbos estético-existenciales. Este autor, nacido en Bahía Blanca en
1962, doctor en matemáticas por la Universidad de Buenos Aires, escribió su
primera obra ficcional (un libro de cuentos) en 1982; tras publicar otra serie
de cuentos en 1989 (Infierno grande)
premiadas ambas obras a nivel nacional, probó el género novelístico con Acerca de
Roederer (1992). Después de un ensayo sobre
Borges y las matemáticas (2003), se granjeó una fama internacional al
incursionar en el género policial, relacionándolo primero con las matemáticas,
y a continuación, con una reflexión acerca del poder de la literatura sobre un
aspecto particular de la realidad: el desvío, tal y como aparece en el crimen.
Las dos novelas que nos proponemos analizar ponen en escena dos microcosmos,
dos esferas de extensión privada, «reducida»: los matemáticos de Oxford en la
primera, y el entorno de un escritor –o más bien dos escritores: un tal Kloster
y un «yo»– en la segunda. Publicada también en 2003, Crímenes
imperceptiblesrelata la historia de un joven estudiante de
matemáticas que al poco tiempo de instalarse en Oxford como becado de
doctorado, encuentra el cadáver de la anciana en cuya casa se aloja, la cual ha
sido asesinada por asfixia con una almohada. Anunciado por una notita anónima
enviada a uno de los especialistas de lógica más destacados, Arthur Seldom, el
asesinato aparece como un desafío intelectual y al mismo tiempo resulta ser el
primero de una serie de crímenes tan misteriosos como «imperceptibles» (en el
sentido de que podrían pasar por accidentes). Publicada posteriormente (2007), La muerte
lenta de Luciana B., pone en escena a otro «yo», escritor esta vez,
que recibe el llamado de una chica que le sirvió de secretaria 10 años antes y
vive aterrorizada tras la muerte de su hermano, su novio y sus padres,
obsesionada por la idea de que estas muertes son crímenes disfrazados de
accidentes como venganza metódica de Kloster, el escritor de policiales para
quien trabajó también diez años antes y a quien demandó (impulsada por su
madre) por acoso sexual. A pesar de la diferencia de situaciones entre las dos
novelas (lugares distintos, protagonistas distintos, métodos utilizados también
distintos), algunos puntos comunes le llaman la atención al lector: ambas
novelas corren a cargo de un narrador homodiegético cuyo nombre no aparece
nunca, ambas relatan crímenes o muertes en serie, en ambas, las muertes están
en un deslinde entre el accidente y el asesinato, y ambas sugieren un método o
una clave de lectura: las teorías matemáticas sobre las series y su aplicación
a la criminología por una parte, las mismas teorías metalingüísticas sobre el
policial por otra parte. En realidad, cada novela pone de manifiesto cierto
recorrido iniciático del yo a distintos niveles, y tras él, de un autor que
explora un territorio «actual»: la relación entre matemática y crimen, o entre
sistemas matemáticos (cerrados por definición) y realidad, entre literatura y
crimen pero también entre literatura, matemática y crimen, desarrollando de
forma sutil un discurso en filigrana sobre la validez de tales modelos y
abriendo las pistas de un nuevo género que reúne lo policial y lo fantástico,
cuyas modalidades vamos a intentar esbozar en el marco estrecho de este estudio.
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