El 26 de enero de 2014 el diario Clarín pidió su opinión a escritores y artistas sobre la muerte de Nisman. Mi opinión apareció muy recortada. Estas fueron mis respuestas completas:
1) Cómo
describiría la delicadísima situación política motivada por la coincidencia
de la denuncia del fiscal Alberto Nisman y su muerte todavía sin resolver?
Sobre las dos posibilidades en juego, la primera,
asesinato -o suicido inducido- tiene la ventaja de que parece ajustada a una
lógica política: si la víctima es un rabino, diría Borges, preferimos explicaciones puramente rabínicas; si la
víctima es un fiscal, preferimos explicaciones políticas.
¿Cuál sería esa lógica política? La que para mí explica mejor la secuencia de hechos es la decisión del gobierno de reemplazar a un sector de la inteligencia, y la venganza de ese sector a través del asesinato del fiscal que presenta una denuncia contra la presidenta, de modo que aparezca ante el mundo a primera vista que el gobierno asesina a quien lo denuncia. Claramente el que más daño recibió de esta muerte, después del fiscal y su familia, fue el propio gobierno. Sin embargo esta teoría maquiavélica tiene un problema: cualquier ataque al fiscal en su departamento requeriría una planificación que, se supone, debió ser cuidadosa. Pero Nisman aparece muerto con una pistola que le dieron el día anterior y que, aparentemente, él mismo pidió. La segunda posibilidad, menos atractiva, pero por ahora no refutada, es que se trate al fin y al cabo de un suicidio. No me parece imposible desde el punto de vista humano, (ya Ricardo Gil Laavedra recordó al jugador de Piglia, que después de hacer saltar la banca en Montecarlo, llega a su hotel y se suicida). Esta explicación “psicológica”, aunque sea finalmente la verdadera, tiene la desventaja de que ya nadie la creería.
¿Cuál sería esa lógica política? La que para mí explica mejor la secuencia de hechos es la decisión del gobierno de reemplazar a un sector de la inteligencia, y la venganza de ese sector a través del asesinato del fiscal que presenta una denuncia contra la presidenta, de modo que aparezca ante el mundo a primera vista que el gobierno asesina a quien lo denuncia. Claramente el que más daño recibió de esta muerte, después del fiscal y su familia, fue el propio gobierno. Sin embargo esta teoría maquiavélica tiene un problema: cualquier ataque al fiscal en su departamento requeriría una planificación que, se supone, debió ser cuidadosa. Pero Nisman aparece muerto con una pistola que le dieron el día anterior y que, aparentemente, él mismo pidió. La segunda posibilidad, menos atractiva, pero por ahora no refutada, es que se trate al fin y al cabo de un suicidio. No me parece imposible desde el punto de vista humano, (ya Ricardo Gil Laavedra recordó al jugador de Piglia, que después de hacer saltar la banca en Montecarlo, llega a su hotel y se suicida). Esta explicación “psicológica”, aunque sea finalmente la verdadera, tiene la desventaja de que ya nadie la creería.
2) ¿Por
qué el mundo del arte y la cultura ha elegido una vez más la
discreción ante esta situación?, con excepción de algunas muy
contadas voces, por ejemplo, Mempo Giardinelli.
Es un caso
que tiene varios elementos desconcertantes y otros todavía no conocidos. No hay
una lectura política evidente y nítida. Hay también muchos intereses en
difundir información falsa: en el mismo día un titular decía que la puerta de
servicio estaba abierta (¡asesinato!) cuando en realidad estuvo siempre cerrada
(¿suicidio?). Y que el disparo se había hecho a quince centímetros de la cabeza
(¡asesinato!) cuando en realidad se hizo a menos de uno (¿suicidio?). Quizá no esté mal que “el mundo del arte y la
cultura” se tome un tiempo hasta que los hechos principales queden mínimamente
claros.
3) Cuál
es la incidencia que este acontecimiento puede tener para la cultura
republicana, que tiene apenas 31 años de existencia?
Sabemos
que cualquier idea de democracia plena y de “cultura republicana” exige que la
policía no sea corrupta y que deje de existir algo por definición tenebroso
como son los servicios de inteligencia. Pero los políticos, al llegar al poder,
los necesitan en última instancia como instrumentos de espionaje y represión
antes posibles conmociones sociales y por eso terminan como rehenes. Es el mismo abrazo que une en el espanto a los dirigentes del fútbol con los barras
bravas. Disolver los viejos servicios parece un buen paso necesario,
reemplazarlos por otros “más transparentes” y
por fuera de los tres poderes...permítanme dudarlo.
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