Respuestas completas a una encuesta de la Revista Ñ para el artículo de Silvana Boschi Ser escritor, el oficio de lo incierto, octubre 2012.
Muchísima
gente quiere escribir pero no cualquiera (aunque tenga algo escrito) es
escritor. ¿Quién define cuándo alguien es escritor? ¿Las editoriales, los
lectores, la crítica, el éxito de ventas, el mercado editorial?
Como toda palabra asociada a
cierto prestigio, se confunden en ella distintas acepciones o gradaciones para
desglosar. En la acepción más llana y democrática un escritor es, me parece,
simplemente una persona que se ha dedicado con cierta consecuencia y al menos
durante una parte de su vida a escribir. Cualquier otro requisito que se quiera
imponer queda de inmediato bajo el fuego de contraejemplos. Por ejemplo: ¿Es
necesario haber publicado algo? No: Kafka, o cualquier escritor todavía inédito
que acumula manuscritos, o que se limita a escribir por amor al arte. Mi padre
nunca publicó en su vida y dejó una obra escrita apabullante. ¿Es necesario
haber escrito una cierta cantidad de libros? No: Rulfo y su obra mínima. ¿Es
necesario haber escrito durante toda la vida, para recibirlo como título honorífico
al final? No: Alain Fournier o Rimbaud. ¿Es necesario ser ungido por la
academia? No: Borges ignorado por nuestras facultades hasta 1965 y atacado
durante muchos años más. ¿Es necesario tener el reconocimiento de lectores? No:
Di Benedetto y su obra tanto tiempo no leída. ¿Es necesario haber sido
publicado por un editor? No: otra vez Borges y tantos otros, que se publicaron
a sí mismos el primer libro. ¿Es necesario tener alguna formación en
particular? No: hay ejemplos de todos los oficios terrestres y Piglia,
famosamente, porque quería ser escritor, decidió eludir la carrera de Letras.
Ahora bien, más allá de esta
acepción “democrática”, en los círculos literarios la palabra se usa como
contraseña para distinguir niveles. Por ejemplo, en la expresión “Te puede
gustar o no, pero es un escritor”. Aquí, “escritor” reconoce a quien tiene,
además de libros publicados, algo nuevo o interesante para decir, algo
personal, un mundo propio, que sobresale y se reconoce de algún modo. Entre
estos dos extremos están todas las gradaciones posibles, que incluyen la que
cada cual elige como definición para sí.
En mi caso, siempre pensé que
un escritor es alguien con cierto volumen de obra escrita y desplegada, fuera
de excepciones como las que mencioné antes. Me prometí considerarme escritor
cuando tuviera diez libros escritos, algo que recién cumplí este año. Pero desde
siempre sentí que escribir era una parte de mi vida, la parte a la que
finalmente fui más consecuente.
¿Creés
que tiene valor un libro autopublicado?
En teoría, nada impide que un libro
autopublicado sea superior a cualquier otro que aparezca en el sello más
prestigioso, pero en la práctica casi siempre es desperdiciar la oportunidad de
intentar algo de más alcance. Cuando me piden un consejo sobre esto, siempre
opino que la paciencia es mejor, y la esperanza nunca es vana.
¿Hay
algo de ese "ser escritor" que ya se ve en los primeros textos de
alguien o en muchos casos es todo construcción a fuerza de trabajo?
Para mí es muy claro, al leer manuscritos,
sobre todo dentro de concursos literarios, dónde hay un escritor, más allá de
errores de oficio o alguna inmadurez de principiante. Un fenómeno que no deja
de sorprenderme es que dentro de los concursos, con jurados que tienen
estéticas muy diferentes y hasta contradictorias entre sí, los mejores textos
(que nunca son más del cinco por ciento) se separan automáticamente, a
distancia considerable. Nunca hay dudas sobre cuáles son esos pocos textos
premiables. Las discusiones sólo empiezan cuando hay que dirimir primero o
segundo puesto.
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