Julio 2011 / Presentación de Yo también tuve una novia bisexual

Librería Usina Dain (Nicaragua 4899 CABA)
Miércoles 3 de agosto / 19 hs.
Presentan: Esther Cross y Francisco Offenhenden
Entrada libre 

Entrevista Ñ sobre Yo también tuve una novia bisexual, 2011

Publicada en la revista Ñ, Clarín, con el título Sangre de amor correspondido, 2011.

El escritor argentino Gullermo Martínez acaba de publicar “Yo también tuve una novia bisexual”, donde se propuso trabajar sobre el lenguaje y la forma en una novela erótica.

POR Mauro Libertella

La nueva novela de Guillermo Martínez tiene un título de curiosas reverberencias aireanas: Yo también tuve una novia bisexual . El eco podría no decirnos nada, pero cobra otra densidad a la luz de una serie de debates que hacia el año 2007 tuvieron a Martínez como uno de sus puntales más activos. Allí, en su ensayo “Un ejercicio de esgrima”, en el que desplegaba su propia mirada del canon argentino posdécada del sesenta, afirmaba con énfasis: “César Aira es el lago de Narciso en que se mira el posmodernismo enamorado de sí mismo. Ya sabemos que la estética posmoderna prefiere rutinariamente, como un automatismo incorporado, lo inacabado sobre lo concluido, lo aleatorio frente a lo determinado, la vacilación frente a la afirmación, lo declinado frente a lo sostenido, lo superficial frente a lo profundo, lo fragmentario frente a lo completo. César Aira les da todos los gustos y ningún disgusto”. Como buen matemático, Martínez abonaba a una lectura crítica de la literatura deudora de la lógica binaria: formalismo contra narrativismo, posmodernidad contra neoclasicismo, lo lúdico contra lo grave. En ese rompecabezas de políticas literarias, Martínez, al modo borgeano, lee a los otros para sentar las bases desde las cuales quiere que su obra sea leída, y traza en ese movimiento un mapa de afinidades con la tradición clásica del relato estructurado bajo la premisa de la lenta evolución de un misterio, el culto por lo sucesivo, el detalle realista, la educación sentimental del personaje y el estilo que, en vez de opacar o ambiguar la historia, la acompaña. Así, ya instalado en el centro neurálgico del debate, Martínez publicaba en 2007 La muerte lenta de Luciana B., y cuatro años después llega su nuevo relato.
La historia, para resumirla en dos líneas, es la de un escritor que viaja a una universidad del sur de Estados Unidos para impartir un seminario. En esa ciudad rutinaria y conservadora seduce a una alumna joven y, en el cenit de una relación breve y epifánica, profesor y alumna se enamoran perdidamente. Así, Martínez narra por primera vez, con detalle lingüístico, el acto sexual y su universo. Toca también algunos tópicos políticos, aunque la novela los relegue a un segundo plano.
Yo también tuve una novia bisexual es, finalmente, la historia obsesiva de un hombre enamorado.

Hablar de sexo es una dimensión integral, 2011

Publicada en Eterna Cadencia, 2011

Guillermo Martínez habla de la novela Yo también tuve una novia bisexual. “Tomé las torres gemelas como un elemento aireano que irrumpe en la novela”, dice.

Por Patricio Zunini. Foto: Alejandra López


Un profesor argentino viaja a una universidad del sur de los Estados Unidos a dar clases de literatura en español. La vigilancia estricta de las autoridades prohíbe las relaciones entre docentes y alumnos, pero ya desde la primera clase surge una atracción entre el recién llegado y Jennifer, una bellísima morocha, que les desata una sexualidad desbocada en medio de la represión exacerbada por la proximidad en el tiempo del affaire Clinton-Lewinsky.

Así comienza Yo también tuve una novia bisexual, la nueva novela de Guillermo Martínez (Acerca de Roderer, Crímenes imperceptibles) en la que apuesta a poner en cuestión las historias íntimas frente al relato político y la sensación de fin de época que produjeron los atentados a las torres gemelas en septiembre de 2001.

Uno de los personajes principales, que aparece ya en la primera o segunda página, es Rachel Green. Y la alumna que mantiene la relación con el profesor se llama Jennifer. ¿Te gustaba Friends?, ¿te gusta Jennifer Aniston?
—[Se ríe] No, para nada. Los nombres los elijo siempre por motivos de sonido. Aunque Jennifer Connelly me gusta mucho; quizás tuvo que ver. Estaba buscando un nombre con jota porque la otra chica que él conoce se llama Julieta, y quería hacer una repetición intencionada de las iniciales, que aparezca como algo recurrente.